Image: La vida era eso

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Novela

La vida era eso

Carmen Amoraga.

21 febrero, 2014 01:00

Carmen Amoraga. Foto: Marta Pérez

Premio Nadal. Destino. Barcelona, 2014. 319 páginas, 19,50 euros. E-book: 13,99 euros

Carmen Amoraga (Picanya, Valencia, 1969) ha compuesto, en realidad, una novela de personaje único. Giuliana, una argentina radicada en España, casada y con dos hijas menores, pierde a su marido tras un rápido proceso canceroso. La vida era eso trata de reflejar el abatimiento, el desamparo y el dolor subsiguientes de Giuliana, así como sus intentos para paliar la inmensa soledad que súbitamente invade su existencia. El consuelo solidario de amigos y compañeros de la pareja, las charlas con algunos personajes -desde la directora de la escuela hasta algunos integrantes de cierta asociación de pacientes y afectados por el cáncer- son insuficientes para rellenar el hueco dejado por el marido muerto.

Ni siquiera la evocación continua y fragmentaria de escenas y conversaciones de la vida en común sirven para aliviar el angustiado estado de ánimo de Giuliana, que finalmente, buscando huir del reducido espacio de su soledad, se abre una cuenta en Facebook, con el propósito de continuar un diálogo que la muerte ha interrumpido: "Hola, Will. Como ves, acabo de abrirme una cuenta, para no seguir robando la tuya, pero decidí que tu cuenta seguirá abierta para ir agregando cosas que quizás habrías dicho o te habría gustado poner" (p. 48). Las reflexiones vertidas en Facebook -con ocasionales y anónimas respuestas de corresponsales desconocidos- alternan con la rememoración del pasado matrimonial, y la intervención de algunos personajes, como Carmina, María Martín o el homosexual Pepe Bau -esbozado con destreza- no debilitan la posición señera y omnipresente de Giuliana en el relato.

Algunos lectores recordarán inevitablemente la conocida novela Cinco horas con Mario, de Miguel Delibes, donde la viuda resumía en un monólogo magistral muchos años de vida en común. La analogía temática era tan palpable que, sin duda, ha obligado a Carmen Amoraga a distanciarse de aquella obra eludiendo el monólogo continuo y entreverando los diálogos -abundantísimos- con mensajes variados de Facebook, sueños evocadores y descripciones en tercera persona de sucesos recientes, ayudándose con el balanceo entre tiempos verbales presentes y pasados. De este modo, y sin ocultar leves discrepancias en su convivencia, el recuerdo va poco a poco creando una imagen ideal de William, que sobrepasa a cualquier otro hombre con el que Giuliana haya tenido alguna relación, como Santi en el pasado o el funcionario de la mutua en la actualidad, aunque todos los retratos resultantes palidecen junto a la arrolladora presencia de Giuliana, que caracteriza, define y enjuicia a cada personaje, sustrayendo al lector parte de su tarea.

Se echa en falta una mayor sutileza en el diseño de tipos, y también una poda mayor de sentimientos declarados explícitamente que hubieran podido ser fruto de la alusión, de la sugerencia oblicua, del tratamiento que permitiera distanciar más eficazmente la crónica sentimental del relato novelesco. Y no se advierte la ventaja de haber hecho argentinos a los personajes -podrían ser inmigrantes de cualquier región española-, lo que obliga a la autora a mantener cuidadosamente las formas coloquiales argentinas, aunque con algunos valencianismos ("va" [p.238] por ‘venga, vamos', "a toda hora" (p. 298), ciertos usos pronominales de le(s) en que no incurriría un hablante argentino, y algunas formas de moda evitables, como "tema" (p. 204) por ‘asunto', el giro anglicista "¿sabes qué" (p. 208) por ‘¿sabes una cosa?', además de la utilización reiterada del artículo invasor en "morirme de la risa" (p. 115) y otros giros análogos (pp. 202, 237).

La vida era eso no es la gran novela sobre la soledad de la viudez que cabía esperar. Le faltan una construcción más equilibrada, una profundidad psicológica mayor y una elección más certera de los datos informativos esenciales. Pero, aun siendo poco ambiciosa como creación, es un producto aceptable y con cierta dignidad literaria que facilita su lectura.