Image: Viento de tramontana

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Novela

Viento de tramontana

Sergio Gaspar

10 octubre, 2014 02:00

Sergio Gaspar. Foto: Santi Cogolludo

Edhasa. Barcelona, 2014. 278 páginas, 18 euros

Aunque nacido en Checa (Guadalajara) en 1954, Sergio Gaspar ha pasado casi toda su vida en Barcelona, y en este caso conviene subrayarlo para entender el conocimiento que estas páginas muestran de muchos aspectos culturales de la vida catalana, y también la naturaleza del relato, que el propio autor anticipa así: "Viento de tramontana es una parodia con vocación literaria de algunos aspectos de la vida política y de la industria editorial españolas", ya que "una sociedad seria, una sociedad que aspire a un futuro de tolerancia y reflexión, es la que acepta sonreírse en el presente de sí misma". El carácter paródico se refuerza mediante ficciones acentuadísimas que rompen las barreras cronológicas y espaciales: Josep Pla, omnipresente en la obra, se convierte en guía turístico de la Costa Brava a lomos de un burro volador, y teoriza sobre el origen, la moda y hasta el nombre de la zona; o bien dialoga con Alonso Fernández de Avellaneda -¿o es Cervantes?- acerca de las innumerables transformaciones de Barcelona, con un envidiable conocimiento de la historia del urbanismo, y sirve de cicerone al general Franco, procurando ambos ocultarse debidamente, por calles y barrios de la ciudad.

Abundan los juicios críticos, a veces vitriólicos, sobre escritores -citados por su nombre o por un alias reconocible-, y en un episodio en que intervienen una agente literaria y un escritor caduco se plantea la utilización de "negros" literarios para escribir o completar una novela destinada a obtener un premio importantísimo. Porque la literatura es otro tema presente. El planteamiento de la novela asignada al "negro" recalca que el texto debe tener una fuerte carga satírica, "como una olla podrida en la que cabe cualquier ingrediente, cualquier cosa que se te ocurra echarle, desde un hueso o un nabo a un trozo de jamón ibérico o unas huevas de esturión… La literatura como acumulación heteróclita de lo cómico y lo trágico […], como pot pourri" (p. 190). Se diría que nos encontramos ante el plan de composición de Viento de tramontana.

La vertiente política tampoco escasea. La presencia de Pla después de su muerte se debe a que el escritor no murió realmente, sino que fue ocultado por el gobierno catalán -como acaba de revelar El Mundo- para acallar su actitud claramente contraria ante cualquier política "soberanista" o independentista. El falseamiento de la historia por parte de los poderes públicos llega a su culminación en una escena dialogada final, con el modelo de los esperpentos valleinclanescos, en la que intervienen todos los presidentes de la Generalitat, desde Pujol a Mas -que es quien propone hablar en castellano "para que Montilla nos entienda" (p. 162)-, y se plantean exigir a los medios de comunicación que incrementen las cifras de asistentes a la Diada hasta fijarla en un millón y medio de personas.

Por encima de estas mezquindades, Gaspar defiende la coexistencia y trasvase de culturas. Proclama la supremacía lírica de Ausiás March y ofrece la traducción al castellano de un poema de Maragall, llevada a cabo por el inmortal Pla, y la de un conocido poema de Unamuno al catalán, obra de Cervantes. Hay muchos guiños satíricos y escenas hilarantes de esta novela, y cabe añadir que la misma libérrima actitud narrativa se muestra en el lenguaje, donde cualquier fórmula parece ampliable: "Más aun [...] Remás aún" (p. 58); "Alejandro Magno es menísimos inmortal que Homero" (p. 217).