Image: Pronto seremos felices

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Novela

Pronto seremos felices

Ignacio Vidal-Folch

28 noviembre, 2014 01:00

Ignacio Vidal-Folch. Foto: Anna Baiao

Destino. Barcelona, 2014. 325 pp., 20 e. Ebook: 9'99 e.

El conocimiento de varios países del este de Europa le ha permitido a Ignacio Vidal-Folch (Barcelona, 1956) ambientar en ellos, a veces con minuciosos detalles topográficos, diversos relatos y alguna novela, como La libertad (1995), cuya historia se desarrolla en Rumanía durante los estertores del régimen comunista.

Pronto seremos felices posee cierto carácter de recapitulación. El protagonista, un representante comercial español que ha tratado durante años de establecer relaciones con empresas de la antigua URSS, vuelve a recorrer aquellos lugares y deambula por Praga, Brno, Sofía, Bucarest, Per y otras ciudades, en un recorrido que es, sobre todo, evocación o reencuentro con personas que conoció (Isabela, Alina, Otik, Petru, Felipe) y comprobación de que todo cambia -lugares, personas, edificios- sin que lleguemos a conocer con seguridad su verdadera naturaleza y sin que el narrador descarte por ello alguna mirada humorística: "Los self service tóxicos, donde por unos céntimos sorbías un plato de sopa [...] y donde todos, los comensales y el personal de servicio parecían mendigos tétricos, habían sido reemplazados por pulcras cafeterías con enseñas de neón; las tabernas roñosas se adecentaron..." (p. 112)

El planteamiento narrativo aísla estas historias con sus personajes respectivos y fragmenta el conjunto, que ofrece de este modo una impresión de falta de unidad, de sucesión de retratos dispersos que podrían incluso aparecer en otro orden, salvo el último, donde la entrevista con Felipe -de magistral sobriedad- subsume la idea, implícita casi en cada página, de que todo camina hacia su extinción, aunque sea sostenido por el horizonte engañoso de una felicidad futura.

La circunstancia histórica, capital en estos países que pasan por un trance de profunda transformación, queda como fondo un tanto brumoso de los hechos, aunque, sobre todo en el tercio final de la novela, algunos merezcan especial atención, como el relato de las continuas presiones y represalias ejercidas contra el escritor Grigor Lenkov por su abierta oposición al régimen, o el empeño posterior por ocultar la causa de su muerte, y también el asesinato en Londres, mediante un paraguas convertido en arma letal, del disidente búlgaro Giorgi Markov.

Pero, aparte de algunas noticias de esta índole, lo que destaca sobre todo en Pronto seremos felices es la morosa delectación en el esbozo de los personajes -si bien apoyada con exceso en cierta tendencia a mostrar sus rasgos más extravagantes y, por tanto, más caricaturizables, como en el caso de Bobby Novák- y en la descripción de lugares. Son, por ejemplo, excelentes por la precisión y el ritmo de la prosa las páginas (157-159) dedicadas a la iglesia de Santo Tomás, o al pueblo búlgaro de Per (72-74).

Y la prosa de Vidal-Folch no sólo es variada y precisa, sino que sorprende de vez en cuando con la aparición de giros o fórmulas de inesperada novedad, casi siempre tendentes al humor. Así, al evocar el narrador su pasado con Jan: "Con Jan trabé una amistad de veteranos, de supervivientes, amistad bautizada por inmersión en la taberna a la vuelta de la esquina" (p. 91). Y a veces el período sintáctico se complica sin necesidad; en las páginas 111-112, por ejemplo, la frase "aunque ese aviso […] me pareció impropio de él" queda interrumpido por diez líneas de expansiones parentéticas que obligan al lector a volver atrás y que podrían haberse construido de un modo más acorde con la tónica general de la prosa. Pero este es un detalle minúsculo, sólo perceptible cuando la obra se lee con la atención que merece.