Image: El gusano de seda

Image: El gusano de seda

Novela

El gusano de seda

Robert Galbraith

27 marzo, 2015 01:00

Trad. de Gemma Rovira. Salamandra, 2015. 542 páginas, 19 €. Ebook: 10'99 €.

Cuando la mujer del escritor de culto Owen Quine, Leonora Quine, entra en el despacho de Cormoran Strike y le pide que encuentre a su marido, el ex veterano de guerra de una sola pierna, no puede siquiera imaginarse que está a punto de toparse con un cadáver. Sí, el del mismísimo Owen Quine, que aparece, listo para servir, en siete platos, como si en vez de un escritor fuese un gigantesco pavo asado. El cadáver aparece en una vieja casa aparentemente abandonada. La clase de casa que la siempre brillante Shirley Jackson habría convertido en guarida de algún atormentado fantasma. Tal vez el atormentado fantasma de un escritor de culto que hubiese cometido el error de escribir Bombyx Mori (Gusano de Seda en latín), una novela gótica, surrealista, protagonizada por un ser hermafrodita que se cita con mujeres monstruosas, una odisea macabra en la que el escritor ha contado todo lo que no debía sobre todos los que le rodean.

Eso es lo que ha hecho Owen Quine, por eso no es de extrañar que, justo antes de entregar el manuscrito a su editor, tanto él como el manuscrito desaparezcan. Y que él reaparezca convertido en una especie de pavo asado. Entre los sospechosos, su agente, su editor, el propietario del sello en el que publicaba, su archienemigo, que antes de ser achienemigo fue amigo, su amante y la mejor amiga de su amante (que antes de ser su mejor amiga fue su mejor amigo) y, cómo no, su mujer, Leonora, que, curiosamente, tiene experiencia como carnicera, porque una vez trabajó en una carnicería, y por lo tanto, es la principal sospechosa del crimen. Un crimen que a Londres, por cierto, le trae sin cuidado. Owen Quine no era Lula Landre, la modelo que supuestamente se suicida en El canto del cuco, el primer (y demasiado disperso, nebuloso, inseguro) asalto de Robert Galbraith.

¿Robert Galbraith? Ajá. Robert Galbraith. El nombre máscara tras el que se esconde una escritora de cuyo nombre no deberíamos acordarnos (nada menos que Miss Harry Potter, J.K. Rowling), y que, superada ya su Era Hogwarts, parece decidida a llevar el clásico whodunnit británico a un lugar apartado, un lugar en el que no ha estado nunca antes, pero por el que han pasado Agatha Christie, Dorothy Sayers, Sir Arthur Conan Doyle y todos los clásicos de la novela de misterio, y hacerlo propio, a partir de una más que suculenta pareja protagonista, la que forman el detective consciente de su condición de working class (que insiste en viajar en metro, en parte porque no le resulta en absoluto sencillo conducir, pues tiene una sola pierna y no es fácil encontrar coches sin marchas en Londres, ni siquiera de alquiler) Cormoran Strike y la encantadora Robin Ellacott, la chica que empezó siendo una Solución Temporal y se ha convertido en una especie de doctora Watson para el Sherlock (Strike) de Denmark Street, la ex calle de los Sex Pistols.

Era esa portentosa capacidad de Galbraith/Rowling para crear personajes como Cormoran, personajes tan exultantemente vivos como Robin, a medio camino de la fábula, del mundo mágico, y de lo real, del mundo que habitan los muggles, la principal virtud de la serie hasta ahora. Porque ahora la cosa ha cambiado. Galbraith (porque es así como debemos referirnos a ella cuando se instala en el desordenado despacho de Strike) ha aprendido la lección y ha dejado que la trama (en absoluto dispersa) se construya a partir de aquello que verdadermanete controla: los personajes. Los ha situado en un mundo que conoce a la perfección, el de la edición y sus interesadas bambalinas, y ha jugado a desordenar las piezas de un puzzle a la manera en que lo hacía la Gran Dama del Crimen, sólo que más atento al detalle personal, creando así su propio whodunnit, su propio género dentro del género.

Un género dentro del género que no se limita a desenmascarar al culpable, sino que reflexiona, en este caso, sobre el proceso creativo. Porque como el gusano de seda, Owen Quine, el escritor muerto, ha sido hervido vivo para que otros pudieran extraer de él lo que lo hacía valioso. He aquí una novela de misterio, juguetona, que hace mucho más que jugar al Quién Lo Hizo, y lo hace francamente bien, así que, no lo duden, de seguir así, algún día el nombre de Galbraith se alineará junto al de los grandes del género. Los grandes muggles del género. Y si no, tiempo al tiempo.