Image: Loving Day

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Novela

Loving Day

17 julio, 2015 02:00

Batalla callejera durante los penúltimos disturbios raciales de Filadelfia. Foto: Archivo

Los disturbios raciales de Filadelfia y Detroit, las tasas de pobreza y marginación de los afroamericanos o los escándalos de los falsos mestizos han convertido la novela Loving Day, de Mat Johnson, en uno de los libros del año a juicio del New York Times, que la celebra como "una metáfora literaria sobre la raza en Estados Unidos [...] afilada como un cuchillo".

"Una casa dividida contra sí misma no puede sostenerse", declaraba Abraham Lincoln en su discurso de 1858, en el que presagiaba la guerra civil. Así es la casa que hay en el corazón de la irreverente e incisiva novela de Mat Johnson, Loving Day . Es una mansión destartalada y sin tejado de un barrio negro de Filadelfia, legada al narrador, Warren Duffy, por su difunto padre. "Miro los suelos abombados. Miro las grietas de las paredes, prueba de unos cimientos que se desmoronan bajo nuestros pies. Siento el olor a quemado del fuego, el dulce hedor del moho, la ofensa de la orina de ratón. Veo un millón de cosas que hay que reparar, restaurar, corregir, todas ellas imposibles y cada tarea conminándome a que vuelva a escapar".

La casa está encantada. Hay fantasmas, la mayoría de ellos de vecinos adictos al crack. Eso si nos fiamos de lo que dice Warren: la mente de nuestro narrador está en tan mal estado como su herencia. Duffy, un "inepto" autor de cómics -"Mi trabajo es demasiado realista, demasiado serio"-, ha vuelto a Estados Unidos desde Gales después de un negocio fallido y un matrimonio roto. También está desgarrado por su condición racial intermedia: su padre era irlandés, su madre, negra, y él, cómodamente, no reivindica ni lo uno, ni lo otro. Digamos que es un hombre dividido contra sí mismo. "Soy una ilusión óptica racial", dice.

Warren vive y respira lo que W.E.B. DuBois llamaba una doble conciencia, por la cual el individuo negro estadounidense "siempre se mira a sí mismo a través de los ojos de otros. ... No deja de sentir su doble condición: la de estadounidense y la de negro; dos almas, dos pensamientos, dos empeños irreconciliables; dos ideales en disputa en un solo cuerpo oscuro". Solo que el cuerpo de Warren es blanco, lo cual complica aún más las cosas. Representa permanentemente una identidad negra que no está escrita en su rostro, como cuando explica: "Dejo que salga mi voz negra para compensar mi apariencia ambigua. Dejo que los graves se apoderen de mi lengua. Dejo que el sur de los ancestros de mi madre imponga el ritmo de mis palabras de una manera que pocos blancos serían capaces de imitar".

En Loving Day, Johnson, autor de la novela gráfica Incognegro y de la novela Pym, brinda una vasta metáfora literaria sobre la raza y el mestizaje en Estados Unidos. Es una obra semiautobiográfica -ha dicho del libro que es "mi salida del armario como mulato"- que acaba triunfando porque es una sátira afilada como una cuchilla de afeitar con aroma de ciencia ficción, en la línea de George Schuyler, pícaramente evocadora del folclore negro a lo Joel Chandler Harris, si bien en ningún momento resulta un frío ejercicio teórico. Loving Day es esa rara mezla de comedia cerebral y conmovedora.

Gran parte del mérito hay que atribuirlo a la vitalidad de nuestro narrador. Warren tiene la obscenidad neurótica del Alexander Portnoy de Philip Roth; la mirada cáustica y aplicada del Bob Jones de Si grita, déjalo ir, de Chester Himes; la perspicacia existencial del Hombre invisible de Ellison. Es propenso al cinismo imperturbable y a una retórica racial así de intelectual: "No sé si soy el subproducto de un erotismo racializado o de una rebelión romántica de las normas sociales". La forma en que se desprecia a sí mismo es entrañable: "Nunca me las ingenié especialmente bien con los deberes de 'hijo' en lo que respecta a mi padre y a mi madre. Como 'marido' fui una decepción aún mayor, y apestaba tanto a hombre divorciado que hasta yo lo podía oler, como si cada pelo de la nariz oliese a su propia desilusión. Durante años he sido un fracaso como 'padre' sin ni siquiera darme cuenta de que podía reclamar el título".

De reclamar este título es de lo que trata en gran medida Loving Day. En Filadelfia, Warren conoce a Tal, la hija adolescente que nunca supo que tenía. "Es una chica blanca. Mi chica blanca. Es mi chica negra que parece una chica blanca bronceada y con un mal día para el pelo". Los dos se mudan a la destartalada casa encantada, donde Warren se convierte en padre y terapeuta de la identidad racial, e instruye a Tal con perlas como "Hay un Equipo Blanco y un Equipo Negro, ¿vale? Seguramente tú ni siquiera sabías que antes estabas en el equipo blanco; la mayoría de sus miembros nunca lo saben. Sencillamente, piensan que son normales".

"El protagonista del libro no deja de sentir su doble condición: la de estadounidense y la de negro"

Warren intenta matricular a Tal en un colegio afrocéntrico, donde un encargado de la selección de alumnos "habla tres idiomas: el de la calle, el de los blancos y el de los colegas negros". A continuación caen bajo el hechizo del Centro Mélange, una "organización comunitaria mestiza" a la que Warren llama "Mulatopía". La habitan personajes exagerados cuya "aspiración a la negritud" es "evidente en sus opciones estéticas. El adolescente de mi izquierda lleva un pañuelo de nailon en la cabeza, seguramente para que no se le vean los mechones lacios de color castaño que le asoman alrededor de las orejas". Hay un personaje llamado One Drop, un blancafari con rastas, y una prueba de acceso que incluye preguntas como "¿Era culpable O. J. Simpson?" y "¿Qué opinas de la mayonesa?". El padre y la hija están maravillados: "La gente cuya apariencia coincide con la identidad que proyecta tiene un lugar en la sociedad al que se adapta con mínimas limitaciones. Pero aquí, a nuestro lado, están todos los demás. El equivalente humano a los calcetines desemparejados".

Al tiempo que Warren y Tal aprenden a ondear la bandera del mestizaje, Warren tiene una aventura con una incondicional del Centro Mélange a la que idealiza por razones a la vez superficiales y profundas: tiene un atractivo trasero, puede hacer de madre de su hija y ha descifrado el enigma de la raza. Tal, mientras tanto, graba en vídeo a los fantasmas de la "primera pareja" del Centro Mélange, el matrimonio que hay detrás del caso Loving versus Virginia, que legalizó el matrimonio interracial. En su honor, el Centro se prepara para celebrar el Día de Loving, al que Warren bautiza como la "Navidad de los mulatos". Al final lo echan del centro, sus miembros montan un campamento en el césped de su casa -él lo llama "Lamentos mixtos", "Cumbres mitad y mitad" y "Pequeña Mediáfrica"-, y sus persistentes fantasías de quemar la casa a la que ha estado atado alcanzan su punto culminante.

¿Y qué pasa entonces con este gigantesco símbolo que constituye el meollo de Loving Day, con la casa y sus fantasmas? "Claro que sí, eran fantasmas. Fantasmas de lo que fueron en su día. Se podría decir lo mismo de media ciudad de Filadelfia", comenta Warren. En cierto sentido, la ruinosa mansión es una metáfora del Estados Unidos urbano, de los guetos de Filadelfia, Detroit, Chicago: fantasmas de las palaciegas mecas afroestadounidenses que fueron en su día. La casa es también Estados Unidos, tan despiadadamente embrujada por el obstinado y divisivo espectro de la raza como el propio Warren. A fin de cuentas, la raza es como un fantasma: un ente equívoco investido de un inmenso poder por los que creen en él.

El final de la novela, con Warren contemplando a la "primera pareja" de fantasmas en el césped de su casa y concluyendo "No tengo miedo. Los veo. Veo lo que son, o lo que fueron. Solo amantes. Solo personas", es una especie de exorcismo: el momento en que el protagonista desmitifica sus fantasmas y forja la paz con su conflicto racial; el momento en que ve seres humanos, no seres humanos de una raza.

"La ruinosa mansión es una metáfora del Estados Unidos urbano, de los guetos de Filadelfia, Detroit, Chicago..."
En ese momento también está cerca de su hija, y por lo tanto, más cerca de encontrar ese algo esquivo que la casa representa: un hogar. Si bien el Centro Mélange es el blanco de burlas satíricas, representa al mismo tiempo una utopía auténtica cuyos atractivos son la comunidad, la familia y la pertenencia. "No hay mucha diferencia entre decir 'soy mulato' y 'soy negro', dice Warren, "pero es como la diferencia entre la comodidad de llevar unos zapatos de tu talla o soportar las ampollas de unos zapatos de una talla menos". Esta clase de afirmaciones pueden asignar a Warren el papel del "mulato trágico", ese viejo tropo literario cuya gran tragedia es la incapacidad para adaptarse. Pero, en realidad, Loving Day juega con ese tropo gastado. Warren es trágico, sí, pero no porque sea "mulato". Es trágico porque, como casi todo el mundo en la novela, está poseído por los fantasmas de los pasados dolorosos y las familias rotas: ex parejas, padres muertos, amores podridos. Warren sueña con quemar la casa porque anhela liberarse de esos fantasmas y, así, "recuperar el privilegio de amar con locura".

La verdadera tragedia de esta historia es que es un relato trágico atrapado, debido a la condición racial de Warren, en los límites de una narración trágica sobre mulatos. Y quizá esto sea lo más trágico del gran espectro que es la raza en Estados Unidos: niega el carácter universal del sufrimiento humano, confinándolo a la lente del color.

© NEW YORK TIMES BOOK REVIEW