Image: Tiempos de hielo

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Novela

Tiempos de hielo

Fred Vargas

4 diciembre, 2015 01:00

Fred Vargas. Foto: RTL

Traducción de Anne-Hélène Suárez Girard. Siruela. Madrid, 2015. 352 páginas. 19'95€. Ebook: 9'49€

Maximilien Robespierre, el Incorruptible, ha vuelto de entre los muertos para, quién sabe, quizá, asesinar a sus seguidores. O eso parece. En tan sólo tres semanas han muerto cuatro miembros de la Asociación de Estudios de los Escritos de Maximilien Robespierre, y, aunque aparentemente lo que han hecho ha sido suicidarse, el que aparezca una huella, en forma de guillotina desdoblada, en las escenas del (no) suicidio, todo apunta a que hay alguien detrás, una suerte de asesino en serie de seguidores de Robespierre.

Seguidores que pertenecen, en realidad, a una asociación dedicada a la reconstrucción histórica, con cientos de miembros y pelucas, barbas y sesiones extraordinarias, en las que se reviven sesiones de la Asamblea Nacional durante la Revolución, y en la que, como una representación teatral clandestina y en cierto sentido macabra, cada uno tiene un papel, e interpreta el discurso de su personaje, ante un público entusiasta y anónimo, pues la asociación garantiza el anonimato de todos sus miembros, y he aquí el problema al que deberán hacer frente los lápices del comisario Adamsberg, quien va a tener que imaginar a las víctimas, disfrazadas, y va a hacerlo, evidentemente, dibujando.

Pero ¿por qué mataría un seguidor de Robespierre a otros seguidores de Robespierre? Porque la cosa podría habérseles ido de las manos a los responsables de la Asociación, porque la recreación acabaría resultando tan "real" que una pasión mal entendida haría el resto. Pero ¿lo haría realmente? ¿Es Robespierre lo único que tienen en común las víctimas del asesino de la guillotina desdoblada?

Es una pena, dice Lucio, buen amigo del comisario Adamsberg, en este, su último caso, especialmente aislado, que los pensamientos no tengan nombre. Si lo tuvieran, bastaría con llamarlos, dice Lucio, para que viniesen corriendo "a tumbarse a nuestros pies". El pensamiento que anda buscando, sin remedio, el comisario, tiene que ver con el frío, con el hielo, con Islandia. Para Danglard, su fiel escudero, el Polo Norte. ¿Seguidores de Robespierre en el Polo Norte? ¿Por qué no?

Tan retorcida y visceral y reflexiva como siempre, la dama del crimen proustiana propulsa en esta ocasión la mente del eficaz comisario al epicentro de la Revolución Francesa, y la mide a una expedición ártica en la que destaca la presencia de un misterioso joven, Amédéé, al que no cuesta nada imaginar como poeta, "con las mejillas pálidas y una pluma en la mano". La mente del comisario es, una vez más, el escenario, por el que transitan personajes, y, en esta ocasión, sus disfraces, el pasado, el remoto y el no tan remoto, y las respuestas a las preguntas que él mismo ha formulado, y que a veces son las mismas y a veces no. La mente del comisario es una atalaya desde la que observar el mundo. El lector se aleja de él en la medida en que lo hace el comisario, y desde ese otro lugar, en el que reina la nebulosa, asiste al encaje de piezas, a la resolución del rompecabezas.

He aquí lo que tienen de especial y de fascinante las novelas de Fred Vargas, y Tiempos de hielo es un majestuoso ejemplo en ese sentido, se adentran en el misterio, buscando el centro mismo de éste, desde lo profundamente humano, y lo hacen a través de un personaje, su comisario, que es casi un demiurgo, el Hombre de la Intuición de Acero. A su alrededor, un paisaje hostil, las leyendas (en este caso, un castillo encantado), y sospechosos de una altura pocas veces igualada en el género, tan magnéticos (como endiablados, y a menudo heridos) que no se abandonan al ruido de fondo, sino que están presentes, en todo momento, como parte importante de la especie de sinfonía (o festín) noir que orquesta Vargas y dirige, desde su atalaya mental, el comisario Adamsberg.

La ejecución de la pieza es impecable. Impecable en la ironía, que crece en el arte del diálogo, en la conversación y en el interrogatorio (tan sutil como delicioso); impecable en la construcción de personajes, sí, pero sobre todo impecable en el desarrollo de la trama, hipnótica, hechizante, magistral.

@laura_fernandez