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No cantaremos en tierra de extraños
Ernesto Pérez Zúñiga
7 octubre, 2016 02:00La historia novelada es común a los vencidos en la guerra civil española y en la segunda guerra mundial. Manuel Juanmaría y Ramón Montenegro coinciden en octubre de 1944 en el Hospital Varsovia en Toulouse. Allí comparten sus recuerdos. Y a pesar de que Montenegro entró como sargento con la Nueve en la liberación de París, recluidos ahora en el hospital, ambos se sienten perdedores, pues la España franquista que dejaron atrás empieza a ser aceptada por las naciones aliadas en la guerra contra la Alemania nazi. Por ello, por salvar algo en sus vidas destrozadas, deciden colaborar en el plan de volver a España para salvar a la mujer que quedó embarazada de Manuel antes de que este pudiera huir del lugar, donde lo dieron por muerto. Así, ambos entran en España y llevan a cabo un accidentado recorrido que, a lo largo de 1945, los conduce desde la frontera con Francia hasta un lugar de Andalucía donde quedó la amada de Manuel, con regreso posterior por Gibraltar y Portugal, tras una operación liberadora solo parcialmente lograda.
Tan largo recorrido por España en tiempos de la más difícil posguerra es aprovechado para atender simultáneamente a la realidad exterior del país y a la visión interior de los personajes. Aquella queda reflejada por las palabras del narrador externo en su relato de la peripecia de los dos viajeros clandestinos, con recurrentes experiencias de miedo, violencia y odio entre vencedores que se han adueñado de todo y derrotados que malviven refugiados como y donde pueden. Y la realidad interior de los personajes aparece plasmada en fragmentos intercalados en letra cursiva, en los cuales, por medio del estilo indirecto libre, se manifiestan opiniones y creencias de los principales, en especial de los dos protagonistas. La integración de ambos planos está bien resuelta en su fluidez y en la dosificación de la visión interior de los personajes de modo que nunca llegue a entorpecer el ritmo del relato.
Al acierto en dicha integración de realidades exteriores y reflexiones interiores contribuye la narración en primera persona por determinados personajes en algunas páginas de la cuarta parte, sobre todo las narradas por Beatriz con su visión infantil de la relación entre su padre y Magdalena. En muchas ocasion es de tan truculento viaje se impone una visión humorística que llega a la deformación esperpéntica en los diálogos de Montenegro con los huesos de su padre metidos en un saco que lleva al hombro. Ya el apellido Montenegro y el apodo paterno de Cara de Plata aluden a personajes de Valle en las Comedias bárbaras. Y la cuidada elaboración estilística está enriquecida por un aliento poético que impregna muchas páginas de la novela, desde el endecasílabo que figura como título hasta impresiones y sensaciones captadas entre lo real y lo soñado.