Elegías de Juan Vida y Luis García Montero
Granada como pretexto
9 mayo, 1999 02:00Un pintor y un poeta, Juan Vida y Luis García Montero, abren una colección de libros para la historia. Francisco Brines y Juan Manuel Bonet se unen a la aventura, que tiene a Granada, sus descampados y soledades, como pretexto. Elegías, un libro de coleccionista, artesanal y exquisito, es el primer título de un gran proyecto. Para él fueron creados estas serigrafías y estos poemas.
La idea primera fue de Teresa Alberti y tiene ya dos años. Se trataba de espolear al pintor Juan Vida para que retomara los pinceles abandonados desde su última exposición en Madrid, y hacerlo con amistad, poemas y tipografía. Son tres de las cosas que a este pintor callado y culto, medio editor también y muy poeta, más y mejor podían zarandearle. Y así fue. Teresa Alberti invitó a Luis García Montero a escribir unospoemas sobre la obra pictórica de Vida, que conoce y transita en su Granada común desde hace veinte años. El poeta cumplió su cometido: escribió seis bellos poemas, que ven la luz por vez primera en estas páginas, rememorando las seis últimas exposiciones de Juan Vida. El señuelo estaba servido. Ahora el pintor debía hacer seis serigrafías sobre los seis poemas escritos por García Montero. Aquí el tiempo se detuvo hasta la duda. Transcurrió un año eterno, pero al fin Vida pintó. Teresa Alberti y la galería Almirante, como editora, disponían ya de estas Elegías de Juan Vida y Luis García Montero que formarían un libro de bibliófilo, artesanal y exquisito, primero de una serie que la galería piensa editar. Para rizar el rizo, un poeta presentaría al pintor y un crítico de arte, que también es poeta, haría lo propio con el poeta. Se unieron, pues, a la aventura Francisco Brines y Juan Manuel Bonet. El resultado es un libro de coleccionista, plástica y poéticamente admirable, y es, sobre todo, un homenaje a la amistad de cuatro artistas.
La fragilidad de las vanguardias
Para empezar por el principio, cuenta Teresa Alberti, alma de la Galería Almirante, que el primer impulso, el único en realidad, fue la amistad. "Yo quería que Juan Vida se pusiera a pintar y, ¿qué podía inventar para estimularlo? Pensé entonces en los poemas de su amigo Luis García Montero y en hacer este libro, que es un objeto de arte y que reúne todas los alicientes que a Juan más le conmueven. él mismo lo ha hecho todo, desde elegir el papel y las imprentas hasta el último detalle. Creo que ha quedado estupendo. Ahora lo que importa es que se aleje de la tentación de abandonar la pintura", concluye.
Parece que sí. Juan Vida, que por otro parte lleva muchos años trabajando en el diseño de libros, está preparando su próxima exposición con cuadros de gran formato y con sabanas africanas, cebras, elefantes, pájaros y cazadores de por medio. "Va a ser una reflexión irónica sobre los safaris", dice Vida. "Esa figura del cazador blanco, los negros, los animales, las mujeres tomando el té... me evocan muchas cosas. Estoy contento".
Juan Vida habla ahora de su sintonía creativa con García Montero: "Estos seis poemas resumen realmente nuestra filosofía acerca del arte y esa necesidad que los dos sentimos de alimentarnos de la tradición, de mirar constantemente atrás, y de reflexionar sobre la fragilidad de las vanguardias, que son, sí, momentos muy estelares de la historia del arte, pero tras las que han surgido a la vez demasiados monaguillos". Cuenta el pintor también que, al principio, creía que iban a ser unos dibujos más tormentosos y románticos, pero que al final le han salido ingenuos, antiguos, "muy cariñosos", matiza.
Viaje de ida y vuelta
El poeta Luis García Montero, que ha escrito una "suite", habla de un viaje de ida y vuelta con Juan Vida. Salida desde Granada, sus palacios y sus vertederos, parada en la tradición y las vanguardias con visitas al hombre solitario, a la mujer dormida y a las palabras sin sentido, y llegada de nuevo a Granada, fábricas abandonadas otra vez y las bolsas de plástico de siempre. Un viaje de seis poemas alrededor del mundo de Juan Vida que es también su mundo. "Yo conozco bien y desde siempre la pintura de Juan Vida, dice el poeta, así que escribí los poemas sobre las imágenes en abstracto, mundos que tengo ya en la memoria y que comparto, como todo esa reflexión de lo que es la ciudad como espacio, lo que ha sido la evolución de la cultura, de las ruinas clásicas de ayer a los vertederos de hoy, con toda la dignidad que tienen unas y la poco que tienen los otros".El poeta ha querido tambien recorrer el camino de vuelta y viajar del "asedio de los vertederos al palacio: "¿Por qué la primavera?/ Del invierno se sale a través del otoño".
Francisco Brines no escatima elogios ni afinidades. "Es un bello homenaje mutuo, dice, y un homenaje al entorno que ha acogido estos veinte años de amistad: su propia ciudad". Una ciudad que, para Brines, es todas las ciudades, pero cuya presencia plástica y anímica es la Granada de Juan Vida.
Ahonda Brines en el protagonismo que la urbe moderna tuvo ya el siglo pasado en la poesía, "mucho antes de la invención de las vanguardias, con la incorporación del Brooklyn de Whitman o el París de Baudelaire, cantores ambos de la gran ciudad". Califica a Juan Vida de pintor de la soledad, "de una naturaleza maltrecha e inquietante, que acoge en su resaca la derrotada existencia de unos seres desvalidos. Dos soledades que se imbrican, la del paisaje y la del homnbre".
Habitaciones paralelas
De lo primero que habla Juan Manuel Bonet es de habitaciones paralelas, que no separadas, para llevarnos hasta los poemas de Luis García Montero. Es decir, habla de caminos compartidos, impulsos creadores sintonizados y Granada en el corazón. Señala Bonet que la primera de estas elegías tenía que titularse, fatalmente, "Las ciudades", concebidas éstas como la "segunda piel de la que habla Philip Larkin, la ciudad como premisa o "la ciudad, esa manía", que dejó escrito Sánchez-Ostiz.
El director del IVAM considera que en parte ambos, Juan Vida-García Montero, García Montero-Juan Vida, han cambiado. "En los poemas, en las pinturas veo un tono más grave, más sosegado. Un dudar más de todo, empezando por los manifiestos. Un fijarse más en los espacios neutros, en los sitios de paso, en los descampados, en las heridas del tiempo".
El libro se terminó de imprimir el pasado 8 de marzo en Granada, en el taller del serígrafo Christian M. Walter. Para su impresión se utilizaron papeles confeccionados a mano y la encuadernación fue artesal. Se ha hecho una edición de cien ejemplares firmados por los autores, y los veinticinco primeros incluyen una "suite" con las seis serigrafías impresas en papel especial y numeradas. Se han hecho, asimismo, diez pruebas de artista, más cinco H/C.