Iacobus
Matilde Asensi
20 septiembre, 2000 02:00Aunque conviene advertir que, en rigor, no es ésta una novela histórica, pues no busca ser réplica veraz del pasado, sino servirse de la Historia para ubicar en un contexto minuciosamente documentado una ficción bien construida. Donde de nuevo la intrigante secuencia de peripecias acapara la atención de principio a fin. La trama gira en torno a la misión que Galcerán de Born, cuya sagacidad para esclarecer enigmas le ha valido el sobrenombre de "perquisitore", ha de llevar a cabo según lo dispuesto por el papa Juan XXII. Debe esclarecer el origen de tres misteriosas muertes relacionadas con una extraña maldición que tuvo su origen en el drástico fin que puso la Iglesia a la orden militar más poderosa de la cristiandad, la de los Templarios, que intenta resurgir en Portugal con el apoyo del rey Don Dinis. A esa encomienda se superpone la de averiguar dónde se ocultan las inmensas riquezas de esa orden, al parecer distribuidas en diferentes puntos de la geografía del Camino de Santiago, camino que emprende en compañía de un novicio, Jonás, cuya verdadera identidad propicia el tercer objetivo de esa "extraño viaje" que comienza en Francia y terminará en Finisterre.
La idea de sostener el relato en la voz de su protagonista, en el año 1319, cuatro después de lo sucedido, así como la de ambientarla en el ambiente degradado de esa época y apoyarse en el topos literario del viaje y en el protagonista que sirve de escuela de iniciación a la vida del joven a quien debe instruir en los "conocimientos más profundos, secretos y sagrados del hombre" muestran un lejano parentesco con El nombre de la rosa. Si bien la novela de Asensi, de pretensiones claras y explícitas, entre ellas lograr que en ningún momento desfallezca el ánimo de cualquier lector profano en materia medieval, sí entrevera la acción con reflexiones retóricas y doctas consideraciones, necesarias, por otra parte, para dar coherencia a un entramado construido con todo lujo de detalles y una ingeniosa estrategia. En cambio apenas hay espacio para retratos psicológicos profundos, son escasos los matices expresivos que den volumen a los diálogos de los muchos personajes que intervienen en la aventura, y es fácil y apresurada la resolución de conflictos superpuestos al eje argumental, lo que resta valores potenciales a la ficción pero no disminuye la garantía de éxito que obtendrá el meritorio conjunto.