Poesía

Cantos de la muerte

Gerog Trakl

9 mayo, 2001 02:00

Traducción y estudio de Angélica Becker. Seix Barral. Barcelona, 2001. 222 páginas, 2.700 pesetas

Angélica Becker nos ha dado un Trakl perfecto, tan exacto como único. De ningún otro autor existe una versión más excelente

Georg Trakl ha sido, de todos los expresionistas alemanes, el que, entre nosotros, ha gozado de una más profunda y pronta recepción: en 1920 Borges le dio la bienvenida en dos revistas ultraístas: Grecia y Cervantes; unos años después Guillermo de Torre lo estudió en su Historia de las literaturas de vanguardia; Jaime Bofill lo tradujo en el vol. LXIV de la colección Adonais; en los 70 E. Keil y J. Talens ofrecieron una excelente muestra de las distintas claves de su obra; en Buenos Aires, R. E. Mondem daba en 1968, su hasta entonces imagen más completa; y, en 1994, J. L. Reina Palazón culminaba una versión tan absoluta como espléndida, que parecía casi insuperable.

Angélica Becker nos acercó un importante Trakl, con un estudio y una introducción compacta, en 1972. Esta versión de ahora es la misma sólo que revisada y ampliada. Y el interés que reviste es que aplica la Teoría de la expresión poética bousoñiana tanto al conocimiento del poeta estudiado como a los mecanismos y recursos de la traducción. El resultado es un Trakl perfecto, en el que el lector asiste a la caracterización estilística de sus distintas fases y comprende tanto su desarrollo como la interrelación que existe entre las dos.

Becker analiza algunos de los más significativos poemas traklianos; define la cosmovisión que los anima; estudia la ruptura en el sistema de representación; inventaría y describe el proceso de sintetización que rige su discurso; y no deja fuera de su atención ni un solo aspecto de la obra que trata: ni el biográfico y la relación incestuosa con su hermana menor Margarethe, ni el índice de frecuencia de los colores y de los signos de separación. Todo es aquí tenido en cuenta: no sólo los elementos formales de la obra sino también la visión socio-cultural. Ambos se aúnan en el doble conflicto trakliano que enfrenta cultura y naturaleza e individuo y sociedad: dos series de contrarios que funcionan como "campos significacionales paralelos". Se presenta a Trakl como un "humanista defraudado", en cuyo suicidio convergen y desembocan tanto el tenebrismo romántico como la crisis de valores encarnada por los horrores propios de la I Guerra Mundial. Su evolución queda así muy clara: "del simbolismo expresionista al expresionismo alucinado". Trakl parte, pues, de una concepción impresionista y simbólica, pasa por otra expresionista y llega a una tercera que es onírica, y, si no superrealista, sí, desde luego, surreal, con abundantes "símbolos monosémicos", que sitúan a su autor entre Machado, Juan Ramón y el 27: con el primero comparte, según Becker, algunos recuerdos y la misma "pobreza de registro"; con el segundo, "el uso de los desplazamientos calificativos y cualidades imaginativas descendentes"; con el tercero "los desarrollos visionarios". Lo que explica su influjo sobre Celan y el primer Bernhard.

Las versiones de Angélica Becker ponen en práctica la teoría en la que se sustentan, y siguen claves machadianas, juanramonianas, lorquianas e, incluso, de Valle-Inclán. El dominio métrico y estrófico no es un alarde sino una exigencia de la textualidad, y el lector disfruta de su música y de sus símbolos en la medida en que la traducción los hace suyos. A veces la interpretación es más audaz que la metáfora, pero los poemas nunca dejan de serlo y nos sentimos tan dentro de ellos como en su misma lengua original. Becker nos ha dado un Trakl tan exacto como único, en el que, por vez primera entre nosotros, podemos ver cómo funcionan la "Canción de las horas", "Las ratas", "Bella ciudad" y "Helian". De ningún otro autor existe una versión más excelente.