Image: El hueco

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Poesía

El hueco

María Victoria Atencia

6 febrero, 2003 01:00

María Victoria Atencia. Foto: Rafael Díaz

Tusquets. Barcelona, 2002. 141 páginas, 11 euros

En el reciente volumen colectivo Cómo se hace un poema (El Ciervo/Pre-Textos), ha expuesto María Victoria Atencia los entresijos artesanales de su oficio: "Parto de una predisposición que no llega a concretarse y escribo un largo borrador balbuciente y que sólo mientras se va desarrollando empiezo a saber adónde irá a parar".

Luego, "cuando vuelvo a mis papeles descubro en ese escrito mío cuanto le sobraba, cuanto le hacía ser un no-poema y lo descargo de repeticiones, de su exceso de lógica o de anécdota, de cuanto lo diferenciaba de dejar las cosas definitivamente dichas porque no sabría decirlas mejor". Finalmente, para evitar que el lector se pierda "en la inconsistencia de tan pocos renglones", le añade una línea más: "la del título, como el cabo de un hilo por el que devanarlo todo".

El poema con el que en ese volumen ejemplifica su poética, "Final", se incluye en El hueco. En "Final", la autora se siente obligada a añadir una cita: "I have a cat in mind", tomada de Eliot. Y a contradecirse, porque en ese poema -señala- "todo sería anécdota".

María Victoria Atencia comenzó a escribir en los 50, ligada al grupo malagueño de la revista Caracola. Su estética de entonces -intimismo y formalismo- estaba muy ligada a una de las poéticas características de la generación del medio siglo: poesía cotidiana, realismo trascendido, sin concesiones a la poesía social entonces en boga. Tras quince años de silencio, reaparece en 1976, con Marta & María y Los sueños, aparen- temente convertida en otro poeta, pero fiel a su estética primera. El mundo de M. V. -así se titula otro de sus libros- sigue siendo el mismo, pero un decir cada vez más elíptico, más alusivo y elusivo, ha acentuado el hermetismo.

¿De qué nos hablan los poemas de El hueco? De cotidianas pesadillas ("Campana de cristal"), de amaneceres y atardeceres frente al mar ("Mural", "Colores del ocaso"); de una visita a Córdoba o al Reino Unido ("Palacio de Viana", "Balneario de Bath, UK"); de un jardín malagueño o de un cuadro de Van Gogh ("Jardín de la Concepción", "L’église d’Auvers"); de una gata que tras veinte años de compañía desaparece para ahorrar a su dueña "el horror del final"; de anécdotas de la infancia ("El triciclo"); de cuentos infantiles recreados ("Las razones de Caperucita"); de cartas de los amigos ("Tesalónica"). Anecdótica y autobiográfica es toda la poesía de María Victoria Atencia, pero sobre esa narratividad memorialística ha ido efectuando una labor cada vez más acentuada de depuración, de despojamiento.

Dos riesgos hay en esa manera de hacer, casi convertida ya en fórmula; que el poema, al perder su anclaje referencial, quede convertido en una etérea vaguedad; y que el poema no acierte a elevarse sobre un punto de partida demasiado intrascendente. De ambos casos hay alguna muestra en este libro.

Paradójica poesía la de María Victoria Atencia, una poesía que requiere, quizá más que ninguna otra, la complicidad del lector. Pocos poe-tas más apegados a lo real, al entorno diario, a los recuerdos de familia; pocos también más capaces de alzar súbitamente el vuelo, de convertir el poema en emblema traslúcido de otra realidad. "Campana de cristal" su poesía, taraceada caja de anticuario, sucesión de evanescentes miniaturas, pero en ella, "reptil de soledades, se despereza el alma" y, sin perder nunca la compostura, nos asomamos al abismo.