Image: Lugares de la lumbre

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Poesía

Lugares de la lumbre

Eugénio de Andrade

27 marzo, 2003 01:00

Eugénio de Andrade. Foto: Dario Gonçalves

Trad. Jesús Munárriz. Hiperión. Madrid, 2003. 85 págs, 8 euros

Más de sesenta años después de la aparición de Adolescente (1942), su primer libro, Eugénio de Andrade sigue siendo un poeta en activo, y sin señal alguna de decadencia.

Todo lo contrario, sus últimos títulos (los que comienzan con El otro nombre de la tierra, de 1988) nos lo muestran como un maestro de la más difícil simplicidad, capaz de convertir en música las gastadas palabras de todos los días. Su libro más reciente, Los surcos de la sed (2001), apareció simultáneamente en portugués y en español, traducido por José ángel Cilleruelo. Ahora Jesús Munárriz, lusista más vocacional que profesional, traduce el libro anterior, Lugares de la lumbre (1998), del que ya había ofrecido Campos Pámpano una muestra en su amplia selección antológica Todo el oro del día (2001).

Los poemas de Lugares de la lumbre son breves, próximos a la canción, a la vez cotidianos y misteriosos. Alguna vez asoma a ellos la actualidad. "Canción de la madre de un soldado que parte para Bosnia" se titula uno de los poemas. Más frecuente es que en la anotación casi diarística de estos versos (pero se trata de un diario de sensaciones, no anecdótico) interrumpa de pronto el recuerdo. "La higuera" nos habla del árbol a cuya sombra se sentaba en los veranos de la infancia: "Mi madre me reñía: La sombra/ de la higuera es dañina, decía./Yo no la creía, sabía muy bien/cómo centelleaban maduros y abiertos/sus frutos a los dientes matinales"; nos habla también, como tantos otros poemas, del descubrimiento de la poesía. "El sacrificio", el más narrativo de los textos del volumen, se refiere a la forzada iniciación sexual en un país pacato e hipócrita, el Portugal salazarista de su adolescencia: "La extrema juventud guarda mejor/el tiempo. La flor de la edad, así/ la llaman. Edad de ser hombre,/dicen también. ¿Y qué es entonces/ser hombre? ¿O ser mujer?, se podrá/preguntar. Aquí, era ser hombre: edad/de ir de putas. Se entraba en el salón/avergonzado, después de llamar/a la puerta. Ellas allí estaban; de un salto/una lo palpó: Qué olor a pañales,/exclamó, mirando al cordero/ del sacrificio./Por fin, con diez escudos/pagabas el ser hombre./No era caro probarte a ti mismo/que pertenecías al rebaño".

Una excepción en el libro es esa memoria costumbrista. Otros recuerdos más esencialidados son los que el poeta encuentra "Ardiendo en la sombra" (así se titula uno de los textos): un naranjo en la infancia a cuya sombra se sienta una mujer triste, dos muchachos que se pelean una tarde remota de agosto, un amor de los veinte años ("difícil amor que todavía duele"). "Casi elegía" reescribe la "Pequeña elegía de septiembre", de Corazón del día (1958), un libro dedicado a la muerte de la madre, esa ausencia tan presente en toda su poesía. "¿Qué música escuchas tan atentamente/que no me haces caso?", preguntaba entonces. "Si aún tienes nombre/¿por qué no respondes?, ¿por qué no/te acercas para respirar/conmigo el mismo sol, la misma risa?"

Poesía elegíaca, pero también hímnica, la de Lugares de la lumbre. El poeta octogenario, como el adolescente de su primer libro, no se cansa de acariciar toda la belleza del mundo. Belleza de las cosas elementales, como las que enumera en "Los pequeños placeres": el vaso de agua fresca sobre la mesa, el sol que asciende por la pared hasta los ojos del gato, la lluvia asordinada en el jardín... y también las palabras de la poesía, los sonidos de la música, esa "demorada interrogación", sílaba trémula "capaz de acariciar la más lejana de las estrellas".

De la música, del aprendizaje de la poesía hablan alguno de los más hermosos poemas del libro, poemas mínimos, como hechos de nada, una fulguración, briznas de la memoria, el paso pesaroso o ágil de los días, un eterno verano que es el mismo verano de la infancia, el del amor en su plenitud, y puede ser el último. "El frío, su tela blanca,/recuérdalo, no tardará", concluye el libro. Pero antes que el tiempo muera en nuestros brazos todavía hay tiempo para resguardarse del frío en Lugares de la lumbre, reiterada demostración de seca, luminosa, reconfortante maestría.