Image: El horizonte

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Poesía

El horizonte

José Carlos Rosales

24 julio, 2003 02:00

José Carlos Rosales. Foto: Pablo Alcázar

Huerga & Fierro. Madrid, 2003. 66 pág. 10 euros

A lo largo del ciclo que forman sus tres libros anteriores, El buzo incorregible (1988), El precio de los días (1991) y La nieve blanca (1995), José Carlos Rosales (Granada, 1952) ha ido construyendo su obra poética como el esfuerzo continuado de su personaje por alcanzar formas de lucidez sobre la inestabilidad de la conciencia y el desorden de la vida cotidiana, con sus discontinuidades, sus alteraciones, sus perspectivas engañosas.

Sin insistencias anecdóticas, sin desarrollos narrativos amplios, sus poemas apuntan a extraer conocimiento de lo efímero y lo ilusorio que se desvanece, a consignar la crónica del desengaño, una crónica seca, fragmentaria, minimalista a veces, en la que, entre paradojas y evidencias, sólo se salva la cierta voluntad de resistencia de su personaje. Tras ocho años de silencio el poeta parece iniciar con El horizonte una nueva etapa en la que ni el intimismo ni las coordenadas de su poética son distintas, pero en la que encontramos tonos y desarrollos nuevos, con una emoción menos refrenada, con un más amplio despliegue imaginativo de la reflexión sentimental, con una ironía que desemboca en abierto sarcasmo y con la reivindicación de ciertos valores ideológicos y biográficos apenas apuntados en los libros anteriores, precarias luces en el esce- nario desolado de una intimidad que sabe perdida de antemano cualquier nueva batalla contra el tiempo y la memoria. Así lo viene a mostrar la misma estructura cerrada del libro: "El lugar que las cosas desean" y "El lugar que las cosas encuentran", partes primera y tercera, con tres poemas cada una, enmarcan en "Comercio interior", la parte central, una nueva topografía de la conciencia que, entre los restos de una ambigua resistencia, desemboca en desierto y soledad: "Puede ser un desierto/o el corazón tal vez", se dice al concluir "Un paisaje", el último poema del libro.

La carga de experiencias que arrastra el personaje de José Carlos Rosales en poemas como "Exceso de equipaje", la conciencia de que pese a toda ilusión "el daño sigue su labor de zapa", determinan toda la composición de lugar que se efectúa en los 22 poemas de "Comercio interior". La inteligencia sólo puede ofrecer, en "El nombre de las cosas", el lastre de tristeza y de naufragios que acompaña en la memoria y condiciona el presente y el futuro: "Y en los sitios hay huellas de una historia/arrumbada y difícil,/una historia sin nombre/donde el mundo naufraga cada día". En esta desolada revisión íntima varios poemas se abren a la consolación por la aventura amorosa, pero ya desde el primero de ellos, "La voz del vocalista" se percibe una nota de precariedad que termina imponiéndose: "el mundo ha decidido volver a lo de siempre,/tan pequeño y ridículo, tan antiguo y tan bobo". Varios de los mejores poemas de este libro intenso y desgarrado abordan otras formas del vacío existencial que Rosales construye como una alegoría que nos conmueve y nos invita a la reflexión: la muerte de los amigos, en "Los amigos se reúnen sólo cuando alguno se muere", la resistencia al fracaso de las ilusiones políticas, en "Brindis para un final de fiesta" o en "Marinería", en cuyo desarrollo los antiguos militantes se presentan como la simbólica tripulación de un barco encallado que atraviesa la ciudad, llevando "en los bolsillos/una brújula muerta". Queda a salvo la vocación de protesta, que acaso nada resuelve pero que mantiene en pie al personaje gracias al extenso "Derechos sin confirmar": "el derecho a alzar la voz y la cabeza/cuando algunos prefieren permanecer callados/ y aceptar la mentira que hace tiempo nos mancha".