Raúl Rivero. Foto: José Goitia

Raúl Rivero. Foto: José Goitia

Poesía

Recuerdos olvidados

24 julio, 2003 02:00

Raúl Rivero

Hiperión. Madrid, 2003. 76 páginas. 7 €

El colofón de este libro, donde se nos recuerda que su autor se encuentra “prisionero en las cárceles de su país”, y el excelente prólogo y autobiográfico del también poeta cubano Manuel Díaz Martínez, no nos predisponen demasiado a favor de los poemas de Raúl Rivero.

Sin demasiada sutileza parecen insinuar que, si ahora se editan en España, es por su valor de documento humano, no por sus méritos literarios. Pero los posibles prejuicios del lector desaparecen pronto. Raúl Rivero es poeta que sabe que al verso hay que darle lo que es del verso y por eso no condesciende ni con el victimismo ni con el libelo. El prologuista habla de “asordinado sentimentalismo” para caracterizar a su poesía. Hay en ella cotidianidad y humor. Incluso algún rasgo de ingenio que nos recuerda procedimientos muy característicos de poetas como ángel González: “No hay mar/que por bien/no venga”.

La mayor parte de los poemas están escritos en un tono desenfadadamente coloquial, pero no faltan las incursiones en la métrica tradicional. La serie de décimas (que en Cuba, al contrario que en España, sigue siendo una estrofa popular) nos lo muestra como un versificador ágil: “Nadie busca su destino/Más bien se inventan coartadas/Para dejar sepultadas/Las penurias del camino”.

Notable es también el soneto que glosa a Lope de Vega: “Puedes mirar, ya aquí no queda nada/Una planicie, la hojarasca, el viento/Un inventario de resentimiento/Bajo un temporal de agua pasada”. Pero la mayor parte de los poemas del libro, y los más característicos, están escritos como al desgaire, en un lenguaje conversacional, con un aparente informalismo que atrajo a muchos poe-tas -y no poetas- que comenzaron a publicar en los años sesenta. “Señal de alarma” comienza con una enumeración caótica donde se entremezcla costumbrismo, irracionalismo y humor. El final (“Algo tiene que venir a salvarnos/de nuestros salvadores”) lo convierte en un poema de protesta. Pero sólo raras veces incurre Raúl Rivero en la obviedad. Otro ejemplo encontramos en “Estudios de la naturaleza”, con su final acaso en exceso explicativo: “La lluvia era/La que habitaba la memoria/ Las gotas de agua en la ventana/La llamaron”.

Lo que caracteriza a Recuerdos olvidados, lo que queda en la memoria del lector y por lo que se le seguirá leyendo cuando las circunstancia que lo han convertido en actualidad sean también un recuerdo olvidado, es lo que tiene de balance vital, de escéptica mirada al mundo que le ha tocado vivir, de recuento de ilusionados miedos y tercas esperanzas. Poesía la de Raúl Rivero, de un lado muy cubana, muy ligada a una concreta circunstancia, no sólo política, también bienhumoradamente costumbrista, como en “Hora de salida” donde “el amolador de tijeras”, el afilador, inicia un viaje mágico cuando comienza a tocar su armónica.

Otro poema muy habanero es “Paseo del Obispo” por el que cruza la sombra de Cecilia Valdés y donde el personaje que nos habla, un mendigo alcohólico, representa muy adecuadamente la decadencia de la ciudad. También “Brujería”, con su Virgen del Cobre, sus santos y sus orishas, revisita con acierto el tópico.

Rivero, poeta muy de su tiempo y de su país, es también poeta de cualquier tiempo y de cualquier país. Díaz Martínez comienza su prólogo en el momento en que agentes de la Seguridad del Estado allanan un piso de la calle Peñalver, en la barriada de Centro Habana, para arrestar “al gordo Rivero, el escritor, el marido de Blanquita, el hijo de doña Hortensia”; cuando se le vio “caminando entre fusiles”, según señala el prologuista evocando a Lorca y a Machado, “cientos de personas le aplaudieron”, si hemos de hacer caso a la fantasiosa información del New York Times (no parece que en la Cuba de hoy puedan reunirse cientos de personas para aplaudir a un opositor). Las circunstancias políticas han puesto el foco de atención en Raúl Rivero, pero el interés de su mejor poesía -“Solicitud de resurrecciones”, por ejemplo- no depende de esas circunstancias.