Image: La piedra abierta

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Poesía

La piedra abierta

Joan Brossa

2 octubre, 2003 02:00

Joan Brossa. Foto: Pedro Carrero

Edición de M. Guerrero. Círculo/G.Gutenberg. 544 páginas, 21’15 euros

Joan Brossa ha sido nuestro último gran vanguardista y uno de los poetas más polifacéticos y más radicalmente libres del siglo XX. Desde los comienzos de su actividad supo incorporar a su obra los más diversos hallazgos de la tradición de la vanguardia y hacer de ellos norma de creación y de vida.

Cofundador de la histórica revista Dau al Set, en la que colaboraron, aparte de J. V. Foix y él mismo, pintores como Miró o Tàpies, Brossa (Barcelona, 1919-1998) planteó desde muy temprano su experimentación creativa borrando las fronteras del discurso verbal convencional para ir construyendo un mundo tan personal como complejo. En su obra se superponen las formas clásicas del soneto, el romance o la sextina -con tratamientos muy sui generis-; la poesía cotidiana, muy cerca de la "antipoesía" del chileno Nicanor Parra; los poemas escénicos ("el monumento de la vanguardia teatral de posguerra en Occidente", al decir de Gimferrer); los innumerables poemas visuales y objetuales; el arte urbano; los carteles o, en fin, los libros de bibliófilo realizados con Miró, Tàpies, Chillida y otros.

Su fe en la compenetración mutua del arte y la literatura manifestó hasta el extremo uno de los principios esenciales del vanguardismo: "Tenemos que concebir la modernidad sólo en sentido de avance". Y, lo que es decisivo en su caso, su aplicación incansable de esta norma revistió desde el principio, más allá la experimentación, de sus innovaciones rítmicas, de sus hallazgos verbales y visuales, de la metapoesía y del mero juego de ingenio, un carácter de rebeldía ética contra la dictadura, contra el silenciamiento de la cultura catalana, contra todo autoritarismo y contra las falacias mercantilistas del arte moder- no. Así, la publicación de Poemes civils en 1961 significó (con la de Vacances pagades de Pere Quart y La pell de brau de Salvador Espriu, en 1960), el momento cumbre de una poesía concebida como forma de resistencia, aunque fue, sobre todo, a partir de la publicación en 1970 de Poesia rasa, que reunía diecisiete libros escritos entre 1943 y 1959, cuando el nombre de Brossa se volvió un signo y una influencia decisiva.

Por la relativa escasez de las traducciones al castellano, la publicación de la antología bilingöe que ha realizado Guerrero resulta oportuna y de gran valor. El editor ha seleccionado 180 poemas de las obras pensadas para ser impresas sobre papel, incluidos algunos textos escénicos y varios poemas visuales, aunque ha preferido evitar la reproducción fotográfica de carteles y objetos. Por otra parte, la ordenación cronológica de los textos resulta muy reveladora del proceso creativo del autor, desde el surrealismo o el realismo crítico ya manifiesto en la estampa desolada de posguerra de "Camino trillado", de los 40, hasta la experimentación con las formas del soneto y la sextina (dinamitando a menudo el discurso de la tradición) o la intensidad reflexiva de los poemas últimos, pasando por un buen repertorio de textos metapoéticos, de funambulismos, de poemas amorosos y cotidianos, todos ellos en versiones, "no siempre fáciles y a veces quiméricas", de Andrés Sánchez Robayna, Carlos Vitale, Alfonso Alegre, Victoria Pradilla y otros.

Brossa consigue conmocionarnos con muchos de sus hallazgos, de sus juegos, de sus impugnaciones. Manuel Guerrero ha sabido seleccionar para esta antología una buena muestra de lo mejor del poeta.


Revolucionario artista
Un revolucionario artista o queda
marginado o se lo apropian los
capitalistas con fines lucrativos
y pierde su carácter revolucionario;
tener éxito significa convertirse en un
instrumento de producción al servicio
del capital.

Hay que trabajar al margen de la estructura
de la sociedad y contribuir a crear
dificultades al sistema

(Traducción de Andrés Sánchez Robayna)