Image: Música de lobo (1941-2001)

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Poesía

Música de lobo (1941-2001)

Carlos Edmundo de Ory

6 noviembre, 2003 01:00

Carlos Edmundo de Ory. Dibujo de Grau Santos

Ed. Jaume Pont. Círculo de Lectores. Barcelona, 2003. 366 págs, 17 euros

Sin duda el gaditano y voluntariamente extrarradial Carlos Edmundo de Ory -1923- pertenece a la historia marginal de nuestra poesía. Pero marginal (bueno será recordarlo) no siempre quiere decir desconocido ni infravalorado; suele querer decir -y a menudo por propia voluntad del creador- aparte.

Desde su recuperación oficial, en 1970, con la antología que le consagró Félix Grande y su inmediata entrada en el canon de las reivindicaciones novísimas (aunque es cierto que el postismo tuvo menos fuerza o cobró menos cuerpo literario que Cántico), Carlos Edmundo de Ory había vuelto o había retornado. Yo asistí jovencísimo -como testimonio lo narro- a la cena en que, con Félix Grande y un casi desconocido Paco Nieva, celebramos la lectura de Ory en Madrid, en el otoño aquel de 1970, meses después de Poesía (1945-1969), la antología hecha por Grande...

Quizá no es la voluntaria marginalidad ni el ponerse a la sombra de lo trágico/lúdico, ni su parcial orfismo, lo que haya cerrado más el conocimiento de la dispersa obra lírica de Ory, sino el tópico crítico que la vincula al postismo de postguerra, con los ya fallecidos Chicharro y Sernesi, si es que este último significó algo más que una amistad italiana. El postismo -se dijo- fue aire limpio, de tradición surrealista, y por tanto romántica buscando mayores radicalidades, en el ámbito claustral de la España lírica de los 40. ¿O acaso debemos suponer que desde sus publicaciones líricas en revista -los poe-mas de 1944- Ory ha seguido siendo postista, hasta hoy, sin más?

Esta varia antología (Música de lobo, versos del que se prefiere asilvestrado y solo) nos muestra que, sin dudar de sus puntales básicos, Carlos Edmundo es poeta de varios registros, no faltos de desigualdades como en toda obra abundante y mejor aún que se quiera -a menudo- bajo la mera tormenta irracionalista. Pero en el vario discurso lírico de Ory -de confusa andadura editorial o semántica, que Jaume Pont, el antólogo, va deslindando- hay cinco constantes que, a la par, suponen un avance, pasando por Técnica y llanto (1971) y llegando a Melos melancolía o Solo de poemas solos, lo más reciente, por hoy. Parte Carlos Edmundo de Ory de una lectura (quizá no ajena, de fondo, a su padre modernista) del romanticismo alemán más órfico. Esa lectura -a la que tendrá que volver- se ensancha con el expresionismo y el surrealismo, del que no desdeña -a ratos- su lado más superficial o juguetón. Mantiene una búsqueda metafísico/sentimental en toda su trayectoria. Es decir, que la querencia de hondura no se salta ni el contacto con lo real ni el erotismo más inmediato, donde (estoy de acuerdo con Pont) vive parte de lo mejor de Carlos Edmundo. Todos estos caminos, lógicamente, le llevan con los años a un más profundo y mayor abundamiento en la tradición esotérica (hay un mensaje en el poema, más allá del velo pintado) y ello le avecina también -sólo avecina- al ámbito beat. Creo que cuanto se diga de Ory entra en unas coordenadas que le sitúan nuevamente en los márgenes queridos (sobre todo a partir de 1970) de la primera Generación de Postguerra. Resta decir lo principal: aunque en momentos trivial y en momentos descuidado, Carlos Edmundo de Ory ( el mejor Ory) es absolutamente irrenunciable. Vitalísimo, hosco y fundamental poeta.


Conjuro
Y cada vez más triste
mi alma y más profunda
respira un aire turbio
de nubes y de espumas

Te traigo un trago seco
de trigo y de tragedia
un aire de aureolas
y un vaho de vacas negras