Image: Obra poética (1946-2003)

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Poesía

Obra poética (1946-2003)

Leopoldo de Luis

13 noviembre, 2003 01:00

Leopoldo de Luis. Foto: Mercedes Rodríguez

Prol. de Ricardo Senabre. Visor. Madrid, 2003. II tomos. 635 y 640 pags, 15 e. cada uno

Casi sesenta años de escritura y más de treinta títulos entre libros y entregas breves reúnen estos dos volúmenes en los que Leopoldo de Luis (Córdoba, 1917) publica el conjunto de su obra poética.

Una obra tan variada como fiel a sí misma en la que el autor ha ido dejando la emocionante constancia de un vivir siempre atento a la circunstancia histórica y material de la condición humana. Ensayista, crítico y antólogo necesario, Leopoldo de Luis es también y ante todo un poeta necesario, a pesar de su relativa ausencia en cánones y antologías, o quizá por eso mismo. Recorrer los poemas de la extensa reunión que hoy nos ofrece -presentada por Ricardo Senabre en un preciso prólogo- es ir recorriendo a la vez la historia reciente de nuestra poesía en una de sus voces mejores, siempre contenida, grave y profunda, de vuelo imaginativo ceñido por la palabra melodiosa y sobria y por el pensamiento sereno de este poeta cordobés. Como "una cordialidad bajo el mármol de su verso caliente" la definió hace treinta años Ramón de Garciasol, y así se ha mantenido constante hasta hoy, desde la sencillez del análisis intimista iniciado en los poemas de Alba del hijo (1946) y cerrado, por ahora, con el desolado y ejemplar Cuaderno de San Bernardo (2003).

La inquietud existencial de libros como Huésped de un tiempo sombrío (1949) o Los imposibles pájaros (1950) se amplía a la contemplación de la condición humana en un torrente de poemas espléndidos desde Los horizontes (1951) y la honda meditación de Elegía en otoño (1952), hasta El extraño (1955), cuyos poemas van delimitando las coordenadas del vivir concreto en aquella España hasta desembocar en una esperanza voluntarista que dará paso a la poesía del "nosotros": "Vamos a deshacer la guerra, vamos/cenitales, bajo una luz gloriosa,/a salvar la alegría,/a ser hombres sin sombra". A esa realidad colectiva se dedican Teatro real (1957), Juego limpio (1961), La luz a nuestro lado (1964) o los incluidos más tarde en Reformatorio de adultos, en una lúcida y digna confrontación de historia y mundo elemental que tiene como resultado algunos de los mejores poemas del autor, como "A Luis, el carpintero de al lado de mi casa", "La moneda" o "La fragua", entre tantos.

Si toda esta obra vale ya por sí sola una vida de poeta, los últimos treinta años han visto un nuevo acrecimiento de la escritura de Leopoldo de Luis: hacia el lenguaje, hacia el homenaje literario, hacia nuevas definiciones del vivir ("la vida es una droga/que produce adicción, y bien mirado/más hubiera valido/no haber sido felices") que alcanzan más allá del inevitable desengaño de fondo en libros de la fuerza expresiva de Con los cinco sentidos (1979), Igual que guantes grises (1979), Una muchacha mueve la cortina (1983), Del temor y de la miseria (1985), El viejo llamador (1996), tan sencillo como emocionante. O Poesía de postguerra (1997) y Generación del 98, recuento personal de la experiencia literaria, así como Aquí se está llamando (1992), lectura de San Juan de la Cruz en compañía de los versos de tantos poetas amigos, y, en fin, la meditación sobre la fugacidad que se va haciendo más grave en cada libro: La sencillez de las fábulas (1988), Elegía con rosas en Bavaria (2000), El portarretratos (2000).

Son muchos los poemas que habría que citar de estos libros de senectud para dar cuenta más cabal de la espléndida creación de Leopoldo de Luis hasta ahora mismo: "La costurera", "Sueño (18 de julio)", "El animal constante", "La extraña amiga", poemas de un emocionante y misterioso simbolismo que nos conmueven con la triste desolación de quien amó tanto la vida, como son los impresionantes de Cuaderno de San Bernardo. De tanto feliz acierto a lo largo de más de medio siglo quizás yo elegiría la imagen de "La rosa gris" como el mejor emblema. Quedan fuera de esta recopilación algunos textos, como los de El mar y tú, emocionado homenaje y recuerdo de Maruja, la compañera de toda esta andadura. Sirvan de colofón estos versos: "Y yo te sentiré cercana y mía/y en el celeste amor de cada día/ llegarás otra vez, hecha de nada".