Image: Horizonte o frontera

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Poesía

Horizonte o frontera

Eduardo García

19 febrero, 2004 01:00

Eduardo García. Foto: E.G.

Hiperión. Madrid, 2003. 90 páginas, 8 euros

Con una muy significativa cita de Yeats y otra no menos significativa de Bécquer se inicia el tercer libro de Eduardo García (São Paulo, 1965, residente en Córdoba, una de las capitales de la actual renovación poética).

La cita de Yeats dice así: "He sido llevado, en momentos de la más honda introspección, hasta aquellas cosas que están más allá y más acá del umbral de la vida despierta". Y la de Bécquer: "Necesario es abrir paso a las aguas profundas".

Ya desde su primer libro, Las cartas marcadas (1995), intenta Eduardo García "encontrar el equilibrio entre sentimiento y pensamiento", según indica en la poética incluida en La generación del 99. En su siguiente entrega, No se trata de un juego (1998) pretende explorar nuevos territorios: "Se trataba de trascender los límites de un realismo estricto, tender puentes entre realidad y ensoñación para dar verosimilitud a sucesos fantásticos, animados de una honda carga simbólica".

Los poemas de Horizonte o frontera se mueven en esos "misteriosos espacios que separan/ la vigilia del sueño", para decirlo con otra cita becqueriana. Son poemas oníricos o alucinados escritos con una minuciosa precisión realista, y en ello radica buena parte de su eficacia. El propio autor, lúcido analista del fenómeno poético (es autor del volumen divulgativo Escribir un poema), lucido analista de sí mismo, explica: "Como en algunos cuadros de Magritte, los objetos, el escenario, son en apariencia realistas y, sin embargo, la escena siempre trasciende la experiencia común".

Superposición de tiempos hay en "Habitación 215", el primer poema de Horizonte o frontera. Usa con frecuencia García de símbolos comunes, casi tópicos. "Tras la puerta" se titula uno de los poemas de la primera parte del libro; "Las puertas", la última parte y el último poe-ma: "Al fondo de mí mismo hay cuatro puertas". También el muro y el umbral sirven de núcleo generador de otros poemas. O una borgiana moneda que ha estado en contacto con "la mano del suicida y la del asesino,/ la mano del anciano y la del colegial,/ las maternales manos que acarician,/ la mano comercial del vendedor,/ la mano que señala a las estrellas,/la que hunde sus raíces en el fango".

No son escasos los riesgos que acompañan a la poética que García pone en práctica con meticuloso y exhaustivo rigor en los poemas de Horizonte o frontera. El primero de ellos, y quizá el más grave, es convertir la sugestión del símbolo en lección alegórica, en bondadosa y bien intencionada moraleja. Otro riesgo es que se note demasiado la fórmula -nada enigmática- con la que se tratan de convocar los enigmas. También disuena un cierto gusto por lo convencionalmente poético que le lleva a hablar en un poema de parques y atardeceres. Pero los mejores poemas del libro aciertan a evitar tales riesgos. Con claridad y eficacia nos hablan del misterio, de los enigmas de la condición humana, del trasmundo que encubre la cotidianidad: "Debajo de estas calles/ discurren, paralelas, otras calles,/ alienta otra ciudad ensimismada".