Image: Fuera de mí

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Poesía

Fuera de mí

Carlos Marzal

1 abril, 2004 02:00

Carlos Marzal

Premio Loewe. Visor. Madrid, 2004. 115 páginas, 6 euros

"La forja y el crisol, la ferrería,/la fragua en que fraguarnos,/el alfar, el altar, el alfabeto. Analfabeta ciencia de estar vivo,/ciento volar de amarse en lo creado". Ante estos versos el lector podría pensar que en la trayectoria de Carlos Marzal se ha producido un viraje brusco desde el fundamental Los países nocturnos (1996).

Se trata, muy al contrario, del desa-rrollo extremo de una lógica interna desprendida de éste. Ya Metales pesados (2001) orbitaba en torno a un "entusiasmo de la decepción" que Marzal configuraba como única salida al desconcierto: "desde mi decepción emana la energía,/esta serena forma del agradecimiento,/esta abatida variedad del júbilo/que por no esperar nada se contenta/con el culto secreto de las ruinas del mundo". Muy poco después, Fuera de mí expande hasta el extremo la energía hímnica que brota de la firme decisión de su autor como consecuencia de aquella desnudez, de la constancia de la nada, "del milagro casual de estar con vida".

Trágico alegre, convencido de que la poesía es ante todo descubrimiento, Marzal ahonda en la limitada experiencia de ser desde una "fe ninguna" que apunta a la conquista de otra dimensión moral: "El fruto temporal de nuestra nada/se abre paso en nosotros, nos madura,/ llega a su granazón de triunfo humano". Porque son suficientes las señales de esa razón ética, no abundan en este libro las aclaraciones acerca de la intemperie del ser, de la caducidad, del desorden ("Hay salvas de homenaje a esta derrota/y una ovación que premia este fracaso"). Al contrario, tanto desde el salir de lo individual como desde la desmesura que sugiere el título, el poeta descarta la memoria del desengaño ("Estoy desmemoriado/para la desventura y para el luto./En arrogante ceguedad estoy/contra cualquier amago de tristeza"), aborda a menudo un nosotros colectivo para elevar su oda a la realidad material de la vida y de la materia y desmenuza los motivos de un sin porqué de la alegría que ya daba título a su antología Sin porqué ni adónde.

Se trata ahora de ahondar en los "tropismos del ser", de descubrir la intensidad en los estímulos sensoriales de un pétalo que cae, de un paisaje cercano, en las sugestiones de lo más sencillo y cotidiano, tan cerca del Neruda de las Odas: "Basta un trozo de pan como paisaje./Como divisa, un trozo de pan basta". Y todo ello desde un argumento de fidelidad al vivir que deja fuera todo estoicismo ("Vencidos de belleza, subyugados/en vana lealtad hacia la vida/ atacamos un himno primordial") y desde un reiterado canto al lenguaje ("Cualquier nombrar un pormenor minúsculo/tiene instinto de oda") que remite al mejor JRJ y que desemboca en frecuentes y novedosos desajustes sintácticos y semánticos.

En estos tiempos de mentira y miseria moral algunos podrían tachar de insensato el himno a que nos invita el autor. él lo asume, pero su osadía al construir este rotundo y contrastado "sí" resulta más revulsiva cuanto más libre en su exigencia: "Este pender de un hilo más me enhebra". Cierra Fuera de mí una bellísima salutación al vosotros esencial que recupera el ágape esencial de todo el libro: "No quiero daros flo- res que declinen". No declinarán estos poemas.


Lugar rupestre
Con la sed más anciana,
arrodillado,
para encontrarle el cauce al agua tuya,
me he bañado de ti,
linfa radiante;
me he prosternado en ti,
nunca más joven.
En la gruta que parte en dos tu cuerpo,
me he marchado por fin de mis orillas,
me he sumido en tus labios,
con mis labios.
Mi saliva te hablaba sin idiomas.
Con la humedad sagrada
he dibujado,
en la pared de sedas de tu sima.
En resina salobre del deseo,
he dispuesto una rosa,
y la he mordido.
Eché a volar un ave,
y la he matado.
Un hombre había en pie,
y ahora no hay nada.
Carlos MARZAL