Image: Gran angular

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Poesía

Gran angular

Jordi Doce

21 abril, 2005 02:00

Jordi Doce. Foto: Mercedes Rodríguez

DVD. Barcelona, 2005. 105 págs, 9 euros. Hormigas blancas. Bartleby. Madrid, 2005. 111 pags, 10 euros

Jordi Doce es poeta, traductor, ensayista, diarista, hombre de letras en la más amplia extensión de la palabra. Gran angular -un libro amplio y de muy variados tonos- permite apreciar cumplidamente sus cualidades como poeta y también quizá algunas de sus limitaciones.

Como "realismo trascendido" podríamos calificar su poética. Un punto de partida anecdóticamente realista tienen muchos de los textos: un viaje al desierto de los Monegros, la llegada en coche a Gijón un amanecer, una niña que juega en un parque... Luego el poeta trata de ir más allá. Así, en el coche que lo lleva a Gijón suena "un canto hindú" que le despierta a lo que ignora. En "Tarde en el parque" la contemplación de Paula "armada de su pala y su rastrillo" le lleva a una meditación metapoética: "Me conmueve la gratuidad de sus afanes,/la estéril insistencia que los une/bajo el azul ingrávido de junio:/son los signos opuestos de un imán/que gobierna mi alma complacida,/el rumbo de esta mano que los retrata/con sílabas contadas y sonoras/que ya se me disgregan como arena". Es en esos finales donde el poema a veces fracasa: resultan en exceso voluntariosos y en ocasiones algo gratuitos.

Otro tono menos divagatorio y narrativo encontramos en "Playa en el sur", que anticipa los poemas de la segunda parte, que buscan la brevedad y el chispazo. El magisterio de cierto Octavio Paz ha sido bien asimilado, como demuestra "Apariciones". Hay también un esforzado soneto y leves haikus. Los animales protagonizan la tercera parte del libro y varios poemas de la última. Este variado bestiario es uno de los atractivos de Gran angular. Al ingenio, al jugueteo fónico y a la brevedad de algunos poemas se contraponen otros de mayor amplitud que buscan inscribirse en la línea -Wordsworth, Unamuno, Cernuda- de la poesía de la meditación. Es el caso de "Los olmos, el viento, la mirada" o "Lectura de Marguerite Yourcenar". Es notable siempre la ambición de Doce, su voluntad de probar todos los registros, pero en ocasiones "el vuelo excede el ala", para decirlo con un título de Jenaro Talens, la ambición parece superior a la intuición poética.

A la vez que Gran angular publica Jordi Doce Hormigas blancas, una atractiva colección de fragmentos "acumulados a lo largo de doce años de escritura intermitente". Hay en ellos ingenio greguerístico ("Las tijeras sólo se dejan usar si les tapamos los ojos"), fulguración poética ("En la ventana golpea como un harapo mojado la lluvia de noviembre"), inteligentes apuntes sobre escritores ("Jorge Guillén. Cada una de sus frases se mantiene en perfecto equilibrio, como si principio y final pesaran lo mismo en los platillos de una balanza. El lector que las visita ni se atreve a respirar, por miedo a romper la simetría. Reina en cada página un silencio de museo").

No faltan, sin embargo, vacuos juegos de palabras y repeticiones. Pero esos descuidos no disminuyen el atractivo del conjunto, lleno de intuiciones felices.