Image: Poesía esencial

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Poesía

Poesía esencial

René Char

2 junio, 2005 02:00

René Char. Foto: Biblioteca de Neuchatel

Trad. Jorge Riechmann. Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores. Barcelona, 2005. 605 págs, 22 e.

La estela del surrealismo poético francés siguió dejando sus huellas años después de la irrupción de sus maestros -Breton, Aragon, Eluard- y no sólo en Francia sino también fuera de este país. Frente a aquel movimiento, siguió brillando sobre todo el astro de la poesía de Saint-John Perse, como otro modo de entender y de escribir el poema.

Pero las huellas del surrealismo en Francia han dejado un buen eco en los que han sido sus más entusiastas herederos: Henri Michaux y René Char (1907-1988). De cinco de estos poetas citados, y de otros menos conocidos y valorados en nuestro país, tuvimos noticia primera como lectores gracias a la valiosa Poesía francesa contemporánea (Taurus, 1967), de álvarez Ortega; volumen que tan grata huella dejó en los jóvenes poetas de aquellos días. Poco después, oiríamos interesados en Milán la encendida loa que nos hizo Eugenio Montale de este poeta.

Ahora, esta edición de René Char, debida al buen hacer de otro poeta, Jorge Riechmann, llena un hueco muy llamativo que había en nuestro panorama editorial sobre este poeta distinto. Se enriquece así la colección en la que aparece esta obra, siempre bajo la maga supervisión de Nicanor Vélez, y se apunta un nuevo tanto al ofrecernos una traducción que era muy necesaria. Riechmann ha aceptado un difícil reto -la poesía de Char no hace cómodas concesiones a sus traductores- y lo ha superado con brillo. Una vez más era precisa la sensibilidad de un poeta para revelarnos el espíritu de los textos de otro poeta. Ante una obra como la de Char no valen las versiones literales o puramente filológicas, al descansar la misma en la complejidad de cierto hermetismo. Es una obra que exige licencias e interpretaciones muy sutiles.

Una obra poética verdadera no puede rehuir en sus inicios la fuerza de las influencias, y así sucedió en el caso de Char. Sin embargo, en él hubo muy pronto un afán de madurar siguiendo caminos propios, que son precisamente los que distinguen más su voz dentro del panorama de la poesía francesa de las últimas décadas. Esta edición de su Poesía esencial nos ofrece algunos de los frutos más granados de la obra de Char. Las dos primeras entregas -con el complemento de las prosas de Hojas de Hipnos- son Furor y misterio -la recopilación de su poesía hasta 1947- y Los matinales, de 1950. Una tercera obra, Aromas cazadores, recoge poemas de la década de los 70. Estamos, pues, ante el grueso de la producción de este poeta que tanto valoró Albert Camus en un texto de 1958, cuando nos dijo que consideraba, en concreto Furor y misterio, como "lo más sorprendente que la poesía francesa nos ha ofrecido desde las Iluminaciones de Rimbaud y Alcoholes de Apollinaire".

Su palabra restalla casi siempre entreabriendo mundos nuevos al lector. La huella de Rimbaud es patente en sus inicios -Char lo homenajea en su poema "¡Hiciste bien en marcharte, Arthur Rimbaud!"-, pero va saltando en sus libros del poema al poema en prosa con una palabra muy rítmica y secreta. A mi entender el verso se debilita cuando se torna en aforismo, pero brilla siempre original cuando el ritmo lo llena de ebriedad y lo sacude, y sobre todo cuando levanta el vuelo y dialoga con Orión o la Estrella Polar, con lo que es más inexpresable. Sin embargo, a veces, Char desciende de golpe para ofrecernos lo más telúrico, como en "Verde sobre negro".

Riechmann sabe de la posibilidad y de la imposibilidad del traducir, por eso antepone a sus jugosas notas críticas un par de citas de Robert Frost y de Goethe que nos llevan a pensar que a un traductor se le puede escapar la esencia del poema traducido, pero, a la vez, éste sabe bien que sólo "la más alta poesía" admite la prueba de ser traducida y salvada en su segunda versión. En definitiva, esta edición de los poemas esenciales de Char nos permite probar los caminos nuevos que un poeta sabe abrir -desde el testimonio sincero y renunciando a los fastos-, en unos años que, en Francia, están llenos de laberintos sin salida a los que conduce la fácil experimentación.