Poesía

Equipaje

Manuel Mantero

8 diciembre, 2005 01:00

Manuel Mantero. Foto: Carlos Márquez

Rd editores. Sevilla, 2005. 211 páginas, 18 euros

A Manuel Mantero (Sevilla, 1932) se le debe, además de estudios literarios y libros de prosa, una serie de libros de poesía (el más reciente, Primavera del ser, de 2003), de los que hay que decir que no han recibido la atención que merecen. La mirada que rige la escritura de este Equipaje es la de una figura que está ya casi ante la muerte y, sin embargo, los poemas están llenos de vida. A la pregunta ¿qué se lleva uno a la muerte? Machado se fabulaba en su ida "ligero de equipaje" y es a ese equipaje al que se refiere el título de este libro, tal como el autor advierte en la contraportada: "cuando llegue mi último día, no quiero irme ligero de equipaje, sino acompañado por un equipaje lleno de tiempos, lugares, sueños, lecturas, animales, obras de arte, misterios, dudas".

Mantero, pues, escribe estos poemas en desacorde diálogo con la frase de Machado y no sale en absoluto malparado. En consonancia con la perspectiva mencionada, el primer poema recoge lo que se desearía dijera el epitafio y enseguida, tras una "Arte poética", desplazada por tanto de su lugar tópico de apertura, "Cementerio de las lilas" incluye la lectura de un epitafio. Pero, como ha quedado señalado, esa situación necrológica sirve para cantar lo vivido y lo vivo, en lo que es un repaso a la memoria, donde aparecen la hermana muerta, la esposa, los hijos, paisajes, escenas de ayer, amigos muertos, el padre, el perro, escritores, cuadros o, en fin, se les dedica un poema a los libros, con lo que resultan ser una manifestación más de la vida, que quedarán ahí abandonados en la biblioteca, aunque todavía se expresa la esperanza de encontrar un subterfugio para poder llevarlos consigo a la otra orilla, para embarcar vestido de toda impedimenta como hijo de la tierra.

La memoria es el archivo del pasado, pero en el pensamiento de Equipaje, como se lee en uno de los poemas, "Si recordáis ese pasado,/ no ha pasado", de manera que al rememorar, al hacer de los recuerdos escritura se revive el pasado y en último término se hace de él un presente, o al menos se escribe como si eso fuera así. Se trata, entonces, de ir dejando registros y, según ello, no es posible la nostalgia, nada de preguntarse ¿qué se hicieron?; y aún no acaba el optimismo, en clave poética se entiende, de este libro, ya que se llega a poner en duda lo definitivo del último viaje, pues "si nadie ha vuelto es porque nadie ha ido" y quizá la explicación final de todo ello está en que se afirma que "No se hizo el hombre para la muerte,/ sino la muerte para el hombre"y, desde luego, así es en cuanto a su conocimiento y reflexión, aunque también sería cierto lo contrario. En cualquier caso, cómo se mira aquí esa relación es clave para todo el libro. Porque su vuelo "hasta el no ser" es justo "hasta el no ser/ que no es la nada".

En el cosmos de Equipaje, no hay entre este mundo y el otro un corte, ni siquiera una distancia, sino un límite poroso, de manera que se escribe que el asomarse a la ventana permite ver el desfile de los muertos y el paso de los vivos, más aún, la ventana es mágica y a través de ella "nos podemos tocar vivos y muertos" y de esa ventana se dice que está hecha "Lo mismo que mi vida".

Ya ha quedado mencionado "Arte poética", pero no es el único texto que se dedica al quehacer de la escritura: escribir versos es una temeridad; los poemas se deben a un doble, etc., entre otras afirmaciones. Con todo, el tema omnipresente en este libro, escrito en formas poéticas diversas, sobre todo la silva libre, pero donde no faltan el soneto o los octosílabos, es ese ir pasando las páginas de un álbum de fotos y ver cómo esas láminas de pasado no provocan nada parecido a la nostalgia, sino la experiencia de revivir las escenas, de emociones, a lo que coopera el lenguaje sencillo. Emociones que se traspasan en la lectura y ahí reside la fuerza de este libro, en su verdad poética. En Equipaje Mantero logra lo que confiesa que "quisiera" desde el primer poema: una escritura no nacida para mirar abajo sino para alcanzar la estrella.