Poesía

El canto y la ceniza

Ajmatova y Tsvetáieva

15 diciembre, 2005 01:00

A. Ajmatova y M. Tsvetáieva

Trad. Zgustova y García Valdés. Galaxia Gutenberg. 299 pp. 17’90 e.

Ante el temblor y la conmoción que sentimos al leer poemas verdaderos hay siempre un camino seguro a la hora de interpretarlos, que es el de leerlos sin más y, en esa lectura, hallar todas las respuestas posibles a nuestras preguntas.

Sin embargo, poemas como los de Anna Ajmátova y Marina Tsvetáieva nos llevan más allá de la literatura, nos llevan a preguntarnos el porqué de la tensión y el horror de sus vidas (las dos se hermanaron en el dolor por medio de sus maridos fusilados y de sus hijos desterrados). Hoy ya sabemos bien que lo que verdaderamente cuenta en el tiempo que les tocó vivir (o desvivir) a estas dos mujeres es la autenticidad de sus propias obras, su poesía, y que lo que engoladamente llamamos la historia (las dos guerras mundiales, la Revolución rusa, el stalinismo), es llana y sinceramente la historia de una barbarie. Hay, pues, una dicotomía de fondo y continua que pugna a medida que leemos los poemas de este libro y que tiembla ya desde su mismo título: en el fondo, lo que pugna, simbólicamente, en estos poemas y en las vidas de las personas que los escribieron son el canto y la ceniza. Si recordamos la Elegía que Rilke le dedicó a Tsvetáieva comprenderemos que "los ángeles van señalando las puertas de quienes / se han de salvar" y que, en consecuencia, no hay vuelta atrás en lo que el destino ya tiene fijado para los humanos. Sólo en la palabra radica la salvación final.

Es, por tanto, la palabra inspirada la que fija la verdadera historia, pero ¡a qué precio! Hoy, ya atrás la ceniza, la sangre y el horror, lo que quedan son poemas como los de esta antología, o cartas como las deliciosas que se escribieron en el verano de 1926 Pasternak, Rilke y Tsvetáieva. Los padecimientos vitales y el proceso creador son muy similares a los de tantos escritores rusos, pero ahora estamos hablando de dos mujeres poetas, las mayores sin duda del siglo XX ruso. En Ajmátova hay un pulso tensísimo con la realidad que le proporcionó el tener una vida más dilatada (tras la muerte de Stalin fue rehabilitada y probó las mieles de un doctorado honoris causa en Oxford). El suicido de Tsvetáieva, cuando iba a cumplir los 50 años, hace aún más turbadora su vida, y ella misma nos dejaría un excelente testimonio del desasosiego y el coloquialismo lleno de aristas de ese poema de poemas que es Poema del fin.

Hay luego en ambas poetas ese lirismo denso y puro de los poemas más breves en los que se acalla la historia y sólo la poesía fulge con un delicado neorromanticismo, y a la vez con un arrebatado realismo, muy propios del alma rusa. También observamos en estos poemas una cultura muy fina, muy asimilada, por la que estas autoras escapan de continuo de su realidad más insoportable. Pero hay, sobre todo, en estas dos mujeres un decir desnudo y directo que nos sacude y arranca de criterios puramente literarios o estilísticos para ponernos simplemente frente a la fertilidad del poema.

Monika Zgustova ha hecho las versiones literales de los poemas antologados y Olvido García Valdés les ha dado a los mismos el perfil final. Ambas han hecho en sintonía un excelente trabajo para revelarnos lo mejor de cada texto. Hay luego en el libro un prólogo de Olvido y un epílogo poemático de Mónika que enriquecen notablemente esta edición, pues abordan la obra y la vida de las dos poetas rusas desde laderas distintas. Son textos muy atmosféricos, a la vez que cuidadosamente informativos, que hacen inseparable la labor crítica de los poemas recopilados.

La antología El canto y la ceniza nos reconcilia con la verdadera poesía, nos ofrece con gran relieve la dignidad de ésta y sus valores en un tiempo en el que, como dijo Zambrano, los seres humanos siguen creyendo que la historia -la de la represión y la barbarie- es la verdadera historia.