Poesía

Cantar ciego

Vicente Gallego

16 febrero, 2006 01:00

Vicente Gallego. Foto: Pedro Armestre

Visor. 74 páginas, 8 euros. el 50 de 50 (antología). pre-textos, 2006. 210 páginas, 8 euros

Es este el libro más hondo, vibrante y depurado de Vicente Gallego. Tras la culminación que supuso Santa deriva no era fácil imaginar lo que vendría, y, de hecho, la publicación de su obra completa hasta entonces en El sueño verdadero (2003) con una drástica supresión de poemas, daba a entender que Gallego había dado por concluido un ciclo.

Aunque en Cantar de ciego no hay ruptura con lo anterior -estamos ante un poeta de designio unitario-, sus poemas suponen desde la depuración un nuevo avance de la indagación en la condición paradójica del existir que vertebra su mundo: himno y elegía en íntima amalgama.

La palabra del poeta se ha descarnado en este libro sin por ello perder ni una pizca de musicalidad ni reducir el papel extraordinario que cumplen en su obra las imágenes sensoriales. Al contrario: hondo en su reflexión, Vicente Gallego es también uno de nuestros grandes sensitivos y su capacidad metafórica alcanza aquí un paladeo verbal y niveles visionarios que no entorpecen la claridad del sentido. Los versos breves en que tienden a fragmentarse los endecasílabos y la estructura predominante de canción establecen una eficaz tensión entre lo contenido de la forma y la intensidad apasionada del decir, como en "Madrigal", uno de los mejores poemas de amor de los últimos tiempos, o como en el contemporáneo himno al sol que es "Sol en Elca", en el centro del libro. "Cantar de ciego" establece la poética del conjunto: amor y tiempo en vilo, la vibración de la materia, el milagro de la poesía ante la conciencia punzante de la muerte: "Pasado lo pasado,/ malgastadas/ la carne y las razones,/ y no habiendo/ noticia del propósito, cantemos,/ porque sea el trabajo más liviano". Cierran el libro "Mi casa", nueva formulación de la poesía como cobijo y envío al lector, y "La noche del agua", balance existencial de la cuarentena. El precio del vivir es la angustia de la muerte, pero su sueldo es la capacidad de consagrar el instante: "Contemplo el litoral y estoy pagado".

Desde la conciencia de la fugacidad se afirman, complementarias, la raíz amarga de la condición humana y la consoladora armonía del mundo. En poemas como "Esperma" o "Noche en la tierra (Internet, cámaras web)", Gallego arriesga con acierto para extraer conocimiento y emoción, igual que en ese fraternal "El abrazo" que desvela la conciencia trágica de todo querer: "Un abrazo me dio/ como pésame largo, allí,/ en mitad/ de la hora más cierta,/ en la hora/ tan dulce/ de querernos/ desconsoladamente,/ como quieren los muertos". Y, sin embargo, frente a lo fatal, frente a la queja existencial que se impone en el libro y que introduce nuevos registros en la creación del autor, la realidad afirma su valía, su capacidad precaria de salvación en el aquí y el ahora: "Y viene por el ojo una paz grande/ muy adentro, que es ver/ las cosas en su sitio y no temerlas,/ que es quedarse ya quieto largamente/ frente al materno añil".

Gallego ha preparado también El 50 de 50, una amplia antología personal de seis poetas del medio siglo (iban a ser siete, pero el agente de Antonio Gamoneda denegó los permisos, como se indica en el prólogo): Ricardo Defarges, Luis Feria, Manuel Padorno, Fernando Quiñones, Tomás Segovia y César Simón.

De espaldas a cualquier pretensión académica, esta selección viene a ser "la propuesta de un lector agradecido", y pretende sumar a los que fueron un descubrimiento para el joven lector gracias a la antología de García Hortelano una serie de los autores y de los poemas "que me han acompañado de una manera más fértil e iluminadora en los últimos tiempos". Muy reveladora del ámbito de preferencias de Vicente Gallego -además de las de Francisco Brines, Claudio Rodríguez o el primer Valente-, esta antología sirve para recordar la existencia, "entre una veintena larga" de poetas de esta misma generación, de estos seis poetas tan distintos entre sí que no desmerecen de los citados aunque su mejor medida la dieran más tardíamente. Alguno, como el tanto tiempo exiliado Tomás Segovia, está hoy de actualidad por razones editoriales, pero el resto, siendo poetas de gran valía permanecen orillados injustamente. Se trata de una muy interesante antología en la que muchos lectores tienen sorpresas garantizadas.