Poesía

Fuente en llamas

Ko Un

25 mayo, 2006 02:00

Ko Un, según el escritor turco Orham Pamuk en 2005

Traducción de Paciencia Ontañón y Sung-Chul Suh. Linteo, 2006. 228 páginas, 16’50 euros

El que lee "Juegos con un globo", donde el poeta se corta primero un brazo, luego el otro, las dos piernas y el torso, y lo va entregando a quien lo necesita hasta quedar sólo con la cabeza, y se ríe cuando llega un monje y da a ésta una patada y la lanza como un balón hacia lo alto, recibe de un impacto: inteligencia, humor y desasimiento.

Estos tres puntos son los que han permitido a su autor, Ko Un, renacer como el fénix de sus cenizas y lo que se percibe a lo largo de todas las páginas de la antología Fuente en llamas, recientemente aparecida.

Hijo de campesinos pobres, Ko Un (Kunsan, Corea, 1933) conocía ya los textos clásicos chinos a los 8 años; a los 15, encontraba un libro al borde de la carretera y le revelaba la intensidad de su propia emoción ante la poesía; a los 17 -tras estallar la guerra en su país- era movilizado y la dura experiencia conocida le impulsaba varias veces al suicidio, a los 19 entraba en la orden budista para vivir de limosna, a los 25 publicaba su primer libro y a los 29, tras ser jefe sacerdote del templo de Chondung, dejaba la comunidad.

Siguiendo estos avatares, su poesía pasa de moverse en una atmósfera taoísta, donde el paisaje es un espacio sereno, lo cotidiano es milagro y el silencio y la oscuridad actúan como espejos, a ser portadora de "todas las verdades", y testigo de la situación histórica de su tierra donde todo parece invitar a la caída, y cae el cielo como una hoja o la noche en sus versos, mientras el agua cobra un papel revelador hasta el punto de arrancar la exclamación: "¡Un mundo de agua!", pero se trata de un mundo real. Desde su identidad oriental, pues, el poeta evoluciona sin cesar, y con él su importante relación con el paisaje que deja de ser objetivo y amoroso para intervenir en la subjetividad debido al rastro humano que acoge y modifica el sentimiento de quien lo transita; es decir, ya no es fundamentalmente contemplado, sino vivido y actuante. Vemos, ahora, que "la luz salta los montes" y que las colinas "van cayendo en el río y flotan".

Pero la rueda de las sucesiones vitales de Ko Un sigue su giro que avanza ahora hacia un profundo nihilismo. A los 30 años quema todos sus manuscritos, si bien a los 33 vuelve a publicar (Cantos a la orilla del mar), a los 34 se entrega a excesos alcohólicos, a los 37 intenta suicidarse de nuevo, a los 40 milita por los derechos humanos y crea la Asociación para la práctica de la libertad, a los 47 es arrestado por sospecha de alta traición y condenado a cadena perpetua, a los 50 es liberado, se casa y empieza a escribir con renovado ímpetu. Entre novela y poesía ha publicado ya más de 120 libros, ha obtenido numerosos premios y por dos veces ha sido nominado para el premio Nobel.

No resultan una ruptura con la poesía anterior los poemas combativos que escribe a partir de 1973, cuando se aparta del nihilismo y empieza la militancia, es decir, a partir del libro En la aldea Munui, donde vio "cómo la muerte abraza a la vida". Pero la muerte es ley de vida y es espanto, y gozo: "debería ser una flor roja/ un jacinto blanco"... Ahora, tal vez más que nunca, se refleja en sus versos el espíritu zen a través de la paradoja, que le lleva a exclamar: "¡Despedaza a tus padres!¡Despedaza a tus hijos! […] Nuestro trabajo es enterrarlos durante el día/ y construir allí un nuevo mundo." En otro poema leemos: "En lugar de poesías creció una navaja afilada en mi pecho". Y sigue su avance literario a través de una simplicidad que roza lo naif. "De nuevo soy /un hijo de la cebada verde", dice, y también: "Estoy compuesto de innumerables yoes".

El que ha oído recitar a Ko Un sabe que la traducción no transmite la totalidad de su poesía. Aunque no comprenda el sentido, capta que es un mago de la lengua y un maestro en los juegos fónicos. A pesar de lo cual, aquellos tres puntos fundamentales: desasimiento, humor e inteligencia, resisten cualquier cambio de idioma. Por ello se agradece doblemente el intento que nos permite por primera vez, asomarnos desde España a su atrevida visión del mundo.