Poesía

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Catulo

8 junio, 2006 02:00

Catulo

Ed. de Fernández Corte y González Iglesias. Cátedra, 2006. 802 pp., 13’50 e.

Es la del poeta romano Cayo Valerio Catulo (84-54 a. de C.) una obra con fortuna. No sólo porque sus 116 poemas se salvaron del olvido en el que cayeron los de sus coetáneos, los llamados poeti novi, sino porque han logrado llegar hasta nuestros días con una frescura y una autenticidad de la que no siempre hacen gala tantos autores clásicos, y particularmente los poetas.

Conectar con la modernidad por medio de su lenguaje incisivo y a la vez turbador, ha sido uno de los valores de este poeta del que no han faltado en nuestro país, a lo largo de los últimos años, sugestivas versiones, entre las que recordaré, sólo por su proximidad en el tiempo, la de Juan Manuel Rodríguez Tobal.

A un profundo estudioso del tema, José Carlos Fernández Corte, y a un poeta experto en el mundo clásico, Juan Antonio González Iglesias, debemos ahora esta enjundiosa edición. La completísima introducción y las notas del primero y la precisa y abierta versión del segundo, con el texto original al frente, hacen de esta edición un libro imprescindible para aproximarnos otra vez al poeta romano. Las notas a los poemas -un tercio del conjunto del volumen- nos proporcionan una información directísima y detallada de los distintos textos. Catulo siempre nos ofrece repentinamente al leerlo ese don de la espontaneidad y de la modernidad de su poesía, pero también por ello se hace necesario ver en detalle las aristas y los reflejos, la información complementaria sobre los mismos.

En la triple aproximación que el traductor puede hacer a un texto poético -la literal o filológica, a menudo seca, la poética (aquí la dulce versión del Catulo de Quasimodo) o la natural y espontánea, es decir, la que busca la vida en el texto- la de González Iglesias parece haberse decantado por una fusión ideal de estas dos últimas. La precisión de las versiones se ajusta cuando el verso lo requiere, -como en "Odio y amo"-, y oscila hacia la plena libertad del lenguaje callejero y actual en los poemas más desenfadados o agrios. En cualquier caso, el comentario, la aceptación y el valor de esta edición pasan por ese diálogo ambicioso que entablan el extenso análisis con los versos, los comentarios con el mensaje ajustado y libérrimo de los poemas.

La poesía de este poeta abre más de un camino sugestivo para el lector, entre ellos el de esa visión deliciosamente intrahistórica, la de la cotidianidad de la vida y de las pasiones de su tiempo. Se renuevan en su lenguaje la claridad y la frescura de la poesía de raíz helenística, expresada de manera particular en ese eco de determinados nombres propios, como el de Lesbia (Clodia), la amada que hace descender al poeta al campo de la ternura, y que es ya un paradigma literario. Pero nada serían estas referencias sin su fidelidad a la vida. En ese afán de fundir testimonio y sentimiento se encuentra quizá la clave más destacada de este poeta que ha resistido la prueba del paso del tiempo. Los "tantos y tantos besos" son los mismos de hoy, pero no siempre el poeta logra darles dimensión de certeza y eternidad.