Poesía

La vida en llamas

Luis Alberto de Cuenca

7 septiembre, 2006 02:00

Premio Ciudad de Melilla. Visor Madrid, 2006. 126 páginas, 8 euros

Aunque en la poesía de Luis Alberto de Cuenca (Madrid, 1950) hay dos etapas marcadas por el estilo -en la primera "asianismo", en la segunda "aticismo" o "línea clara", según denominación del poeta-, funde en las dos una misma idea de la cultura y del lugar que en ella ocupa la escritura, es más poderosa que las diferencias estilísticas. La cultura es al tiempo lo que ha construido la civilización y lo que ofrece a los individuos la posibilidad de salvación frente al desastre. Uno de los poemas deja dicha esta función de refugio: "El terror está ahí fuera, donde comienza el mundo / y termina la paz augusta de los libros". Y hay que añadir que en la concepción de cultura que trabaja por debajo de esta escritura se acogen tanto las grandes obras de la literatura universal como las manifestaciones de la llamada "cultura popular", de manera que junto a Sigfrido se coloca Tintín sin que desmerezca. La vasta cultura de este poeta se entreteje con la vida y el amor y las anécdotas de la vida cotidiana, además de homenajes a textos de toda clase, que son siempre vivencias estéticas: "los hombres y mujeres /que querría imitar, los personajes /que querría yo ser", lo que otorga a los poemas el carácter de fusiones míticas, de manera que el culturalismo nunca es simple ornato, sino emoción de vida que se traslada al poema.

Siendo que la forma predominante es el endecasílabo y el alejandrino, y otras combinaciones de clave impar, no puede quedar sin destacarse una colección de haikus preciosos, canónicos de forma. Atención merecen los poemas de la sección "Crónica de sucesos", que muestran otro registro de este poeta. Como en un progreso ascencional, la sección final, "El jardín de Alicia", está dedicada al amor, y sus poemas se organizan como una narración que va desde la aparición y el encuentro hasta la declaración de amor eterno. Dicho con un lenguaje actual, se sigue el modelo petrarquesco -sin muerte de la amada- . En estos poemas, como en todo el libro, Luis Alberto de Cuenca nos demuestra que su vida -una vida más en llamas si cabe- es inferior a su arte.