Poesía

Espacios

Blaga Dimitrova

21 septiembre, 2006 02:00

Monumento al ejército soviético en Sofía (Bulgaria)

Trad. y prólogo de Z. Baltadzhieva. La poesía, señor hidalgo.2006. 345 pp, 17’99 e.

"Desde la orilla miro en mí./ A veces el agua me niega/ rostro", escribe Blaga Dimitrova en el poema "Yantra". Y de eso se trata, de ir esculpiendo el rostro -su rostro y el del hombre en general-, sean cuales sean los avatares a los que la historia lo someta. Nacida en Biala Slátina (Bulgaria) en 1922, en el seno de una familia de músicos, vive la etapa del Este comunista (se doctora en Moscú con una tesis sobre Maiakovski), la desintegración de aquellos rigores y una difícil transición, hasta que muere en el año 2003. Desde que empieza a escribir -poesía y prosa (novela)-, se debate por expresar la necesidad de que el individuo respire con autonomía en medio de una sociedad que progresivamente lo reduce a un elemento de su engranaje. Para ello cuenta con unos medios, una lengua y una cultura -la de aquella Europa- que emplea con la eficacia de que han sido impregnados, pero también, instintivamente, movida por el deseo de superarlos, pues una llama de profunda poesía la empuja y es, justamente, la que le hace seguir en el empeño hasta el final: un latido innovador que logra dar el salto.

A su regreso de Rusia, Blaga Dimitrova participa en las Brigadas de las Juventudes comunistas, trabaja en un periódico y es bien considerada por el poder, pero ya en 1977 siente su "alma atada a la estaca" y quiere romper la cuerda. Lo intenta rompiendo el verso, apartándose de la tradición clásica. Durante la guerra del Vietnam parte a ese país y escribe dos libros: dos gritos contra el dominio militar. Suavemente es apartada de los puestos. Con la Perestroika funda varias sociedades en defensa de la democracia, la poesía, las artes… En 1992 es elegida vicepresidente de la República de Bulgaria, pero dimite pronto: sigue su lucha por crearse un rostro que sólo ella controle.

Su traductora y prologuista comenta su poesía como "mezcla de concreción y abstracción, de autobiografismo y reflexión, un realismo trascendido" y con inteligencia arma la presente antología, Espacios, sin seguir un orden cronológico, sino un orden poético y cordial. El lector se siente así deslumbrado con los primeros poemas, donde las imágenes y los conceptos se entretejen con original modernidad, y donde lo ambiguo, la contradicción y la pregunta sin respuesta flotan en una atmósfera prístina. Poco a poco va entonces recibiendo poemas anteriores a través de los cuales se adivina una pauta social en la lejanía, para volver a versos completamente liberados de carga histórica, sin dejar de ser siempre puntualizaciones humanas elocuentes. Es la naturaleza, y sobre todo el elemento vegetal, lo que aporta versos más bellos y profundos. Así ante un tronco derribado por el viento, la poeta observa que es "puente sobre el abismo", la hierba cercenada, le descubre el vuelo de su alma "con olor desesperado de juventud y verdor" o la muerte violenta de un pájaro le hace exclamar: "se vació el cielo sin alas/ como mirada de asesino". Cuando se unen naturaleza, sentimiento humano e instante histórico, el poema alcanza toda su dimensión: "El árbol perdona al viento/ que le saquea las hojas/ y le abraza con las ramas/ […] Sólo el hombre no perdona/ al aire, al agua, a la piedra,/ a ninguna criatura terrestre […] Y está solo en el universo".