Poesía

La herida absurda

Francisca Aguirre

18 enero, 2007 01:00

Bartleby. Madrid, 2006. 64 páginas, 10 euros

"La vida es una herida absurda/ y es todo tan fugaz…": como en el tango de Catulo Castillo del que proviene el título, desde el desengaño pero también desde una rebelde afirmación vitalista de cosecha propia, Francisca Aguirre (Alicante, 1930) ha vertido en los poemas de su nuevo poemario un conmovido y contrastado balance.
Como indica su título, en "Negativos" se reúnen los poemas en que la denuncia política y las constataciones del desengaño existencial se expresan con mayor énfasis. La actualidad más inmediata brinda a la autora su radical execración de la violencia: "Ignominioso constructor de patrias,/ sé un elegido de los dioses y revienta pronto", aunque en otros momentos la ironía ajusta mejor el análisis: "Tratando de imponer una abstracción,/ se quedó sin conciencia./ Y todo lo vio claro". Mayor protagonismo reviste el autoanálisis que da su mejor condición a esta escritura: haber vivido deja un poso amargo de fracasos entre los que hiere más que ninguno un no entender que desajusta la identidad.

En "Transparencias", parte segunda, se dispone la superposición sucesiva de otras luces. La más evidente es la de la amistad. Pero sobre todo el amparo en el homenaje a la música, las menciones familiares, la evocación de la infancia y la afirmación de la naturaleza equilibran la conciencia doliente del acabamiento y de la pérdida con el cobijo de la memoria y los sentidos. La "ciega nostalgia intransferible", la mención reiterada del dolor del tiempo ido y de los desengaños no impiden la fulguración de "un repentino amor hacia mi vida" desplegado en variadas imágenes. Fundamentan esa afirmación difícil, con sencilla palabra y delicadas sugerencias, el machadiano sentimiento de la naturaleza elemental, el mundo de los objetos domésticos y cotidianos, la pervivencia íntima de la edad inocente. No caben autoengaños en este balance personal en el que el amor y la muerte, "estos embajadores de lo eterno […] cumplen con eficacia su tarea", sino, al contrario, lúcida aceptación de lo que hay. Por eso, pese a la tristeza, al final del libro, Francisca Aguirre se permite concluir, como fortalecida: "Definitivamente amo/ el escándalo deslumbrante de la vida".