La herida absurda
Francisca Aguirre
18 enero, 2007 01:00Como indica su título, en "Negativos" se reúnen los poemas en que la denuncia política y las constataciones del desengaño existencial se expresan con mayor énfasis. La actualidad más inmediata brinda a la autora su radical execración de la violencia: "Ignominioso constructor de patrias,/ sé un elegido de los dioses y revienta pronto", aunque en otros momentos la ironía ajusta mejor el análisis: "Tratando de imponer una abstracción,/ se quedó sin conciencia./ Y todo lo vio claro". Mayor protagonismo reviste el autoanálisis que da su mejor condición a esta escritura: haber vivido deja un poso amargo de fracasos entre los que hiere más que ninguno un no entender que desajusta la identidad.
En "Transparencias", parte segunda, se dispone la superposición sucesiva de otras luces. La más evidente es la de la amistad. Pero sobre todo el amparo en el homenaje a la música, las menciones familiares, la evocación de la infancia y la afirmación de la naturaleza equilibran la conciencia doliente del acabamiento y de la pérdida con el cobijo de la memoria y los sentidos. La "ciega nostalgia intransferible", la mención reiterada del dolor del tiempo ido y de los desengaños no impiden la fulguración de "un repentino amor hacia mi vida" desplegado en variadas imágenes. Fundamentan esa afirmación difícil, con sencilla palabra y delicadas sugerencias, el machadiano sentimiento de la naturaleza elemental, el mundo de los objetos domésticos y cotidianos, la pervivencia íntima de la edad inocente. No caben autoengaños en este balance personal en el que el amor y la muerte, "estos embajadores de lo eterno […] cumplen con eficacia su tarea", sino, al contrario, lúcida aceptación de lo que hay. Por eso, pese a la tristeza, al final del libro, Francisca Aguirre se permite concluir, como fortalecida: "Definitivamente amo/ el escándalo deslumbrante de la vida".