El maestro de los cinco sauces
Tao Yuanming
18 enero, 2007 01:00Entre nosotros las versiones de la poesía china han sido cada vez más completas, desde la ya clásica antología que Marcela de Juan fue ampliando en el tiempo (Revista de Occidente, 1948 y 1962) hasta las más recientes Poesía clásica china y Antología de la poesía china (Cátedra, 2001 y Gredos, 2003). Los libros que hoy reseñamos nos remiten a las dinastía Jin (265-420) y a la Tang (618-907), esta última verdadera "Edad de Oro", en la que poetas como Tu Fu (Du Fu), Li Po (Li Bai) o Wang Wei bastarían por sí mismos para dar esplendor a esos tres siglos. En ese periodo madura también el budismo chino y una de las características de esta poesía, fue su identificación con esta corriente, algo que caracteriza a los que reconocemos como "Poetas budistas de la etapa Tang".
Lirismo y sabio decir habían brillado ya desde los orígenes, pero qué duda cabe que un nombre como el de Tao Yuanming (365-427) supuso un hito. ¿De dónde nace el mensaje de este poeta, ese modo concreto de sentir y expresar la poesía? Una vez más no podemos juzgar determinados frutos poéticos sin reparar en la Historia, en las sacudidas de ésta y -en este periodo- en las frecuentes incursiones bárbaras sobre los pueblos del norte de China. Se da por ello un afán de retiro como respuesta a la vanidad de la vida en la Corte, el choque con la sociedad de los humanos y el acoso de las desgracias personales, que en el caso de Yuanming no faltaron. El tema de retirarse al campo está en toda la tradición clásica universal, pero es particularmente intenso y significativo en la poesía china.
Se convierte así el poeta en un ser errabundo que se aleja de las ciudades o en una especie de monje que busca la quietud del apartamiento. En este estado de interiorización, la poesía responde a otros factores que no son los puramente literarios. Comienza a ser una experiencia consecuente con el vivir en el más hondo y radical sentido. Esta actitud conduce también a los poetas a dialogar con lo esencial de la vida, con el pensamiento (taoísmo, budismo), siendo sobre todo el poema el resultado de un contemplar sereno y sabio. A todas estas características respondió también la fértil poesía de la dinastía Tang y en concreto la de Tu Fu, del que en este Bosque de pinceles se nos ofrecen un centenar y medio de sus poemas. Otra vez rebeliones y revueltas políticas alteran la vida de este poeta que busca la soledad y vive y muere en el barquito que habita en el lago Dongting. Guillermo Dañino, el traductor de ambos libros, ya nos había entregado La montaña vacía, de Wang Wei y La pagoda blanca. Cien poemas de la dinastía Tang. Con estas dos entregas, en cuidada versión bilingöe, el panorama de la poesía clásica china se enriquece notablemente entre nosotros.
A mi huésped
Por el sur y norte de mi cabaña discurren aguas de primavera;
sólo bandadas de gaviotas me visitan cada día.
Sin limpiar el sendero florecido; nadie suele venir.
Hoy abro el postigo de mi puerta para recibirte.
El mercado está lejos, es pobre mi cena.
Mi humilde familia te ofrece vino casero.
¿Llamo, tras la cerca, a mi anciano vecino?
¿Podríamos juntos terminar estas copas?
(Bosque de pinceles)