Poesía

Tela que cortar

Carmen Plaza

8 febrero, 2007 01:00

Premio Carmen Conde. Torremozas. Madrid, 2006. 80 páginas, 9’50 euros

Carmen Plaza (Burgos), a través de un léxico de taller de costura, tradicionalmente unido a la mujer, realiza una "tierna labor de artesanía" en donde el mundo es presentado como urdimbre y trama, como tela que cortar. La denuncia, la constante del libro, se sirve de estos repertorios de voces (alfileres, hilvanes…). La protesta, escondida entre ovillos y agujas, muestra que "No ha pasado de moda / gritar y hacer calceta". En el poema "Tijeras" un utensilio de modista se convierte en la mortal tijera con que el poder nos siega. De ser instrumento de tanta tela que cortar deviene la herramienta que "se inventó / la censura / para podar los pensamientos".

La memoria, como "Diario" de una infancia en el franquismo, donde contra los "grises" vencen los "rojos" ocultos en el color de la ropa: porque una chaqueta roja siempre es más que una tela. Contra un mundo patriarcal "Queda un pespunte en el recuerdo" de aquel tiempo en que las madres enseñaban a sus hijas "un mundo de juguete. Un tercer mundo". Y, costurera política, le queda todavía tela que cortar para confeccionar "trajes a rayas" con que vestir a los poetas presos de postguerra.

Desde el primer poema, a través de este léxico femenino, la creación del mundo se presenta como obra de mujer. Banales términos sirven para glorificar ese vientre del que hace nacer al dios de la aguja. El humilde zurcido después de Eva uniforma de rojo el vestido del hombre de la sangre que mana de ese "pozo sin fin del misterioso ombligo". El inesperado giro final a través de la ironía poética es la técnica de todos sus poemas. Sorprendentes piruetas generan insospechadas conclusiones, nunca exentas de humor. Lo más transcendente cohabita con lo más trivial. O la colada de prendas íntimas sirve para concluir: "La conciencia: pura ropa interior". Coloquialismos, frases hechas, rompen el texto al final porque "estamos cortados / por el mismo patrón".

Este libro supone "una redonda cicatriz" sobre la tela, el mundo, el vientre femenino, "la rúbrica / del genial artesano", la primorosa orfebre, una mujer, Carmen Plaza, que llama artesanía a lo que ha de llamarse arte.