Image: Treinta minutos de libertad

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Poesía

Treinta minutos de libertad

Jose Antonio Zambrano

1 marzo, 2007 01:00

Jose Antonio Zambrano. Foto: Jaz

Calambur. Madrid, 2006. 68 páginas, 8 euros

Tiene mucho de balance de la propia trayectoria este nuevo libro de Jose Antonio Zambrano y tiene mucho también de reflexión de fondo sobre lo que para el poeta significa la escritura. Vida y palabra en estrecha dependencia como núcleo de las muy trabadas tres partes en que se dividen estos treinta poemas. Por la unidad esencial de la poesía sucesiva de este autor, la metapoesía es, también en Treinta minutos de libertad, un ingrediente necesario para el mismo acto enunciativo de una voz poética cuyo sentido apunta a la insistencia en lo vital desde la desconfianza relativa en la palabra, pero también, de manera inseparable, a un necesario valor comunicativo que se reclama desde algunos poemas -"Nada soy sin vosotros"- y que evita el ensimismamiento tan frecuente en mucha de la llamada poesía del silencio. A este valor de consecuencias éticas, íntimamente ligado a una profesión de fe vital, alude José Luis Bernal en su prólogo.

En distintos momentos ha insistido Zambrano en su recelo ante las posibilidades comunicativas de una poesía que parte de la indagación en todo lo que de misterioso late en la sentimentalidad y en la conciencia: "lo que toco / no abandona la oscuridad", decían unos versos de La mitad del sueño (1999), y así cobra su peculiar identidad esta poesía de límites cuyo lugar se situaba, en Las orillas del agua (2003), "en los lados de la palabra, nunca en el centro, que es, pretendidamente, el lugar del equilibrio". Desde esta perspectiva advertimos cierta nota de humor en un título como Treinta minutos de libertad que, aunque pudiere apuntar a duración -imposible- de su lectura, acota, sobre todo, ese bucle victorioso de tiempo que la escritura alcanza precariamente a rescatar del tiempo otro. Porque este título también abre ante el lector el espacio vacío de lo que es su opuesto, esa no libertad de la temporalidad fluyente sin pausa de la vida cotidiana: "vivo en la oscuridad / y en las orillas de los lados sombríos / donde no queda imaginación para la gloria". En la secuencia de las tres partes, de la pasión expresiva a la apertura a la realidad material y, finalmente, a la constatación de una intemperie que el canto de alabanza procura compensar, la poesía se presenta como una puerta a la "rara victoria" que algo rescata de cuanto "nos hemos despedido" en el vivir histórico. Frente a ese vivir que el lector podría identificar como suyo y que los poemas cifran con su registro del paso de la edad, el poeta va rescatando en claroscuro unos breves espacios de libertad para sostener con ellos la fe vital antes mencionada. El poema que da título al libro lo señala suficientemente claro: "De pronto me contemplo viajando / por sitios donde las tardes huelen a plantas llovidas. Donde el caminar se hace lento / para que las puertas se abran a la voz del aire / y las acechen treinta minutos de libertad".