Común presencia
René Char
13 septiembre, 2007 02:00Picasso homenajeó así a Char en 1969
En algún otro momento he señalado el peso que para la poesía italiana de la segunda mitad del siglo XX supuso una poética obsesiva y abrumadora como la de Gabriel d’Annunzio y de qué manera reaccionó -en dirección opuesta, claro está- la poesía que vino después. En Francia, ese peso y esa influencia fueron aún más vigorosos. Los precedentes, de una calidad incuestionable -Baudelaire, Rimbaud, Lautréamont-, obligaban a exigencias mayores. También más radicales. De ahí la respuesta desorbitada de los surrealistas a aquellos nombres de esplendor. Los llamativos caminos que emprendieron Bretón, Eluard o Gracq estaban, sin embargo, destinados a ser juzgados por encima de su carga gestual. Había que ir más allá. Esto es lo que hicieron en Grecia un poeta como Elytis y, en Francia, René Char, devotos del surrealismo, pero que no se quedaron en una creatividad de gestos.Cuando leo esta hermosa y bien seleccionada antología de Char, recuerdo una opinión de Eugenio Montale. Le preguntaba yo, en la entrevista que grabamos en 1971, por los nombres vivos más significativos de la poesía europea del momento y el autor de Ossi di sepia no dudó en señalarme un solo nombre: René Char. Comprendí la identificación, porque ambos no reaccionaron ante los grandes nombres del pasado por la vía del simplismo o del testimonio, sino buscando para la palabra una tensión, una energía nueva. A esta energía se refirió G. Picón al decirnos: "Char quiere llevar el lenguaje a un estado de energía máxima; quiere constituir núcleos poéticos que tengan en potencia toda la energía del lenguaje, de la misma manera que el átomo tiene en reserva la energía de la materia".
Así que su poesía es reveladora de microcosmos que enriquecen extraordinariamente el poema sin privarlo de coherencia. Sólo quizá otro coetáneo de Char -Saint-John Perse- logra ir muy lejos en la utilización del versículo. Además de este término, microcosmo, revelador de un mundo rico y original, hay otro ineludible a la hora de valorar la poesía de Char: hermetismo. La vía hermética fue tanto para la poesía francesa como para la italiana una solución, un camino fértil, más allá de los excesos, también equivalentes para ambas culturas, que representaron el surrealismo y el futurismo.
Mientras avanzo en mi lectura recuerdo una opinión de Manuel álvarez Ortega, al que le debemos nuestro precoz conocimiento de la poesía francesa traducida al español. Su Poesía francesa contemporánea (Taurus, 1967), fue el espacio copioso -más de 1200 páginas- en donde se nos reveló tempranamente el nombre de Char. Decía en ella este traductor que hay que recordar siempre a Lautréamont para comprender la riqueza expresiva de Char, pero también a otro predecesor ilustre: Paul Valéry. Y es que en Char, además de darse un creador de mundos, hay una concisión restallante, una coherencia expresiva, que sólo puede ofrecer quien se plantea la poesía con un gran rigor. Frente al irracionalismo, Valéry había sido quien abrió caminos nuevos con rigor reflexivo.
Hay otras dos presencias muy vivas en esta antología y, por extensión, en toda la poesía de René Char: la de la naturaleza y la del amor; temas comunes, abrumadoramente presentes en la tradición, pero que por ello exigen riesgo y novedad en su utilización. Naturaleza y amor son las "grietas" por donde la poesía de Char respira. Hay también en ella una rara ternura que amansa los temas más graves, como la muerte o la caducidad, incluso cuando se olvida de lo más general para atender a lo mínimo y a lo concreto en esas visiones de sus últimos poemas. Para fijar su propia poesía parece haber escrito este versículo: "Yo estaba en uno de esos bosques donde el sol no tiene acceso, pero en los que, por la noche, penetran las estrellas". El bosque no es otro que el de la modernidad y sus maestros y sus añagazas, pero las pequeñas estrellas, reveladoras de otros mundos, son las de los versos de Char. La excelente traducción de Alicia Bleiberg, que no olvida la música del verso, nos revela la plenitud y precisión de este creador de mundos.