Image: Días precarios

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Poesía

Días precarios

Miguel García Posada

31 enero, 2008 01:00

Miguel García Posada. Foto: Javi Martínez

Visor. Madrid, 2008 80 páginas, 8 euros

Afortunadamente Miguel Garrcía-Posada (Sevilla, 1944) ha decidido dejar de lado ciertas reticencias y publicar su poesía. El año pasado fue La lealtad del sueño y ahora estos Días precarios a los que sucederá el libro titulado Inclemencias, galardonado hace unos meses con el XXIX premio Ciudad de Melilla. Vamos asistiendo, con ellos, al desvelamiento público de una escritura poética en la que el crítico y estudioso de nuestra poesía abre contundentemente su creación a la lírica.

De la lectura de Días precarios se desprende lo que algunos de sus poemas tienen técnica y conceptualmente de raigambre barroca y de homenaje diverso a autores admirados, de Manrique a Darío y a nuestro siglo XX. Y no son sólo homenajes, pues en el dedicado a Cervantes no ahorra el autor su desprecio contra quienes emplean centenarios y celebraciones para mayor provecho y propaganda propia, de la misma manera que el poema dedicado a Góngora lo es también a la imposible armonía del vivir colectivo.

No reside en estos aspectos, sin embargo, el principal valor de Días precarios. éste, en mi opinión, consiste en la fusión de intensidad expresiva y hondura moral que recorre las cuatro partes del libro, y en la riqueza de imágenes y matices reflexivos que dan vida a sus versos. Desde el sentimiento de desesperanza y la conciencia nihilista declarados, el poeta prolonga la "lealtad" de sus sueños en los poemas elegíacos de "Días precarios", en los que la evocación de los amigos idos, del amor que no fue, del viaje prohibido, se une a la reflexión sobre la decrepitud o el dolor (que "proclama nuestra inútil/ condición superflua"), deja espacio al erotismo ("Un cuerpo cifra todo el universo./ To-ca el cielo el ungido que lo toca") y al deseo, con sus oscuridades, pero también a las sátiras o a la execración de la figura de Franco, "el innombrable".

Contraluces de la memoria, sátiras y nostálgicos regresos se suceden en "Reuniones", donde el aparato métrico -estrofas sáficas, silvas rimadas, dodecasílabos- equilibra el patetismo y la acrimonia. Los sonetos libres de "Del fin" inciden en la reflexión existencial, pero ni la referencia al carpe diem, ni las alusiones a Epicuro ("Quien muere nada sabe de la nada") y a Séneca ("no te asuste/ el rigor de la nada: es tu destino") alcanzan a contrapesar la expresión de un nihilismo que ni el sarcasmo de "Tan callando" ni la invocación a la armonía y a la dignidad de los poemas de "Coda" desmienten. Citando a Darío, "Hijas" cierra el libro con un protagonista que pide perdón a sus hijas por legarles el mundo en que vivimos. Es éste para mí un libro necesario, nada complaciente y verdadero.