Image: Cambio de siglo. Antología de poesía española (1990-2007)

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Poesía

Cambio de siglo. Antología de poesía española (1990-2007)

D. Sánchez-Mesa (Ed.)

7 febrero, 2008 01:00

Los poetas Guzmán, Herrero, Luis García y Mestre. Foto: Montse álvarez

Hiperión. Madrid, 2007. 539 páginas, 22 euros.

No me dejes en manos de mis contemporáneos", rogaba -¿ordenaba?- Juan Antonio González-Iglesias a la Musa. Pero la Musa no se dio por aludida. Poderoso en su doble faceta de Titán y editorial, Hiperión le roba al clasicismo su epígono más tardío y lo reclama como hijo de una postmodernidad en perpetua crisis, en permanente metamorfosis. Gracias, Musa, por desobedecer al Poeta. Y es que hay escritores demasiado valiosos para regalárselos a otras épocas. En Cambio de siglo. Antología de poesía española (1990-2007), Domingo Sánchez-Mesa convoca a veintiún hombres y mujeres capaces de dar forma, explicación y sentido a la nuestra. Esta milicia es poética, y temible: Jesús Aguado, Benjamín Prado, Amalia Bautista, Aurora Luque, Jorge Riechmann, Vicente Gallego, Fermín Herrero, Miguel ángel Velasco, Juan Antonio González-Iglesias, Almudena Guzmán, ángela Vallvey, álvaro García, Lorenzo Plana, Ada Salas, Luisa Castro, Luis Muñoz, Antonio Méndez Rubio, Lorenzo Oliván, Ana Merino, Tina Suárez Rojas y Martín López-Vega. Ahí es nada. Con ellos se acaba el siglo XX, en los calendarios y en la literatura. De ellos emana una poesía-entropía de relativismo tout court, caminos misteriosos e individualismo furioso en un multiverso cultural de última generación.

Esto es lo que importa: leer para leer para leer. Desde 1997, no somos los mismos. Porque, hace una década, leímos: "De las formas / de destrucción prefiero el fuego, o / su alta forma, la aniquilación" ("No seré nunca un líder"). Lo escribió González-Iglesias, y, de paso, aprovechó para reinventar la morfosintaxis, la semántica y el verso matemáticamente perfecto. Y el encabalgamiento. Y, en general, casi todo lo que sabemos de poesía. Tampoco Homero ha vuelto a ser el que era desde que a Velasco se le ocurrió enseñarnos el alfabeto: "En la Ilíada nos prende / esa intención precisa en la manera / de describir el daño. Cuántas veces / se demora el hexámetro en el sitio / de la quebrantadura, / en el fiel inventario del estrago" ("Acerca de las heridas de los héroes"). Con Riechmann aprendimos a leer como ficción el lenguaje mismo: "La palabra nutria, por ejemplo. La ligereza y frescura / de esta palabra, la hondura de su U. Su calidad de alimento, oh nutria nutritiva. Su íntimo azul. / Su frío acogedor. Oídme: no habrá mundo si exterminamos a los animales" ("Ahí (arte breve)"). Y Prado lee al hombre para reescribir la leyenda: "Jack Kerouac piensa: a veces, / por la noche / no es fácil distinguir los trenes de los ríos, / piensa en el humo oscuro que extienden las mentiras / y en la palabra nunca, Sahara de los labios" ("Jack Kerouac en la casa encendida"). Leemos para entender lo que hemos leído.

Y para asimilar lo que se nos viene encima: las amazonas postmodernas en cruzada contra la falocracia. Antes de los "Bellum jeans" de Elena Medel, antes del "Delirium tremens" de Carmen Jodra, antes del "Psychokiller come again" de Miriam Reyes, Luque resucitaba a Safo en cuerpo consumista y alma consumida: "Perfumada de Armani / la nada es altamente soportable" ("De la publicidad"). ¿Nihilismo? El de Bautista, pirómana hacia la purificación: "vamos a prenderle fuego a todo / y a quedarnos en paz, con esa imagen / de las brasas del mundo ante los ojos / y con el corazón deshabitado" ("Vamos a hacer limpieza general"). Y Vallvey de las Mil Voces es ahora Tiresias, y os castra a todos: "Ya sé que no soy mujer, / pedazo de idiota, / tampoco lo deseo. / Soy la Madre Locura: / un varón vestido con las faldas / de la abuela. Pero / más hombre que tú" ("Madre Locura (Lyon, 1560)"). Y aquí llega la primera de las Erinias, Suárez Rojas, la domadora de logopardos, la suma sacerdotisa de Sylvia Plath -"porque cultivas todos los incendios / en ti principia la hoguera del mundo / cualquier ceniza te pertenece / y eres poeta de cálamo en llamas" ("Veneranda")-, la ménade que digiere machismos, regurgita misoginias y escupe versos divinos en la cara del patriarcado, la que "no es jardín de las delicias / ni tiempo de ciruelas / ni fuente de castalia / ni añeja sulamita / ni donna angelicata / ni belle dame sans merci" ("Ecce femina"). Difícil encontrar mayor concentración de poesía por centímetro cuadrado.

Una de las virtudes de las antologías es que nos hacen cobrar conciencia de lo afortunados que somos. Hojeando Cambio de siglo, recordamos el momento en que descubrimos sobre el expositor de novedades de una librería Esto es mi cuerpo de González-Iglesias, El tamaño del universo de Vallvey, Usted de Guzmán: obras que hemos visto nacer, que hemos leído en primicia mundial (la posteridad puede esperar) y que nos sobrevivirán. Caminamos entre mitos. Escriben para nosotros, para sí mismos, para la historia. Somos contemporáneos de inmensos poetas. Siglo XXI, allá vamos.