Image: Trilogía

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Poesía

Trilogía

H. D.

22 mayo, 2008 02:00

Hilda Doolittle

Lumen. Barcelona, 2008. 420 pp. 22.50 euros

¿Qué sería de nosotros si tuviésemos más de cinco sentidos? ¿Por qué al sexto lo llamamos sentido, cuando queremos decir instinto? ¿Y por qué nunca imaginamos un séptimo, o un vigésimo? ¿Tan poca ambición en los corazones humanos?

Ambición es la palabra. Rigió la vida poética de H. D. Dos iniciales para Superwoman: Hilda Doolittle. Con biografías como la suya se construye la historia del siglo XX. Cuando a América se le agotó el encanto, H. D. la cambió por Inglaterra en cuerpo y por Grecia en alma: la Hélade fue siempre su verdadera patria. Conoció a Eisenstein y participó como actriz en dos películas. De su amistad presumían Amy Lowell, William Carlos Williams y Ford Madox Ford. Ezra Pound fue su prometido, Richard Aldington su ex marido, Cecil Gray el padre de su hija, D. H. Lawrence su romance platónico y Annie W. Ellerman -la fascinante Bryher- el amor de su vida. Quiso una poesía de mínimas palabras -pura como un objeto- y, sin darse cuenta, cofundó el imagismo. Luego se aburrió y escribió versos de cristal y acero. Y una novela. También tradujo las tragedias griegas que hacen temblar el mundo. Fue psicoanalizada por Freud. Como Gertrude Stein, inventó el lenguaje. Como T. S. Eliot, explicó la civilización. Como Milton, perdió y volvió a encontrar el Edén. Murió en Zurich, tras setenta y cinco años siendo grande entre los más grandes.

Ella es las Siete Sibilas: "Con los cuernos, el disco o la serpiente erguida / revelamos nuestra condición: / aunque estos, las dos plumas o el loto / sean, nos decís, / frívolo adorno / del intelecto; los poetas somos inservibles, / más que eso: / nosotros, reliquias genuinas, / portadores del saber secreto, / retazos vivientes / de la banda que lleva el iniciado / dentro de los santuarios / no sólo somos ‘inútiles’, / somos ‘patéticos’: / ésta es la nueva herejía". Herejía que H. D. encuadernó como Trilogía: "No caen las murallas", "Tributo a los ángeles" y "La floración de la vara". Absolutamente todo está aquí: Dios. Todos Sus nombres, todas Sus manifestaciones, Su Creación entera. Para él levanta H. D. catedrales de versos: "porque sé que Dios, Nuestro Señor, / me será revelado cuando yo, / la oruga laboriosa, / haya tejido mi propio sudario". Venus, Thot, el misterioso Mago, Osiris, Hermes Trimegisto, la misteriosa María, el Disco Solar, todas Nuestras Señoras, el misterioso Amén. Al Mesías lo llama Christos: "él fue el primero en emprender el vuelo / desde aquel árbol triste, / y, tras su marcha, el árbol de la Vida / ha engendrado una rosa de la espina / y aromática vid / de una parra estéril; / él fue el primero en decir, / no a los pocos elegidos, / sus fieles amigos, / los buenos y sabios, / sino a un vagabundo y un proscrito: / hoy estarás conmigo en el Paraíso". Y a los hombres los llama Adán: "sed sabios / como áspides y escorpiones, como serpientes". Es la misma voz de Helena de Troya (mujer-objeto por excelencia) cuando H. D. (feminista por convicción) decidió habitar entre los mitos: "Lilith nacida antes que Eva / y una nacida antes que Lilith / y Eva; a las tres se nos ha perdonado, / somos tres de los siete / demonios arrojados de ella". Es por ecos poderosos como éstos por lo que de Eurípides preferimos la parte que Doolittle escribió.

Ambición de poeta por considerar la religión el órgano más vital de la anatomía humana. Ambición de traductora (Natalia Carbajosa) por convertir en espléndido español una lengua que no existe en los diccionarios. Y ambición también la nuestra, por pretender reducir a una reseña de 750 palabras el impacto emocional e intelectual de una lectura sólo comparable a La tierra baldía o los Cantos: "No obstante, recobremos el Cetro, / la vara del poder, / coronada con la flor del lirio / o su brote: / es el Caduceo; entre los moribundos / curación otorga: / o, evocando a los muertos, / trae la vida a los vivos".

Madura de edad y genio, H. D. ha crecido, años hace que el imagismo se le quedó pequeño, pero sus versos son aún rápidos como saetas. De su oracular Trilogía se desprende el enésimo sentido, el exclusivo de nuestra especie y, probablemente, el único fiable: el sentido poético. Señores físicos, teóricos ustedes, la búsqueda ha terminado: he aquí la ley que gobierna todos los universos. Poesía del fiat lux para nuestras almas oscuras.