Image: Tornado

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Poesía

Tornado

Pere Gimferrer

25 septiembre, 2008 02:00

Pere Gimferrer

Seix Barral. Barcelona, 2008. 192 páginas, 18’50 euros

Sorprendente fue en 2006 la publicación de Amor en vilo, donde Pere Gimferrer (Barcelona, 1945) tornaba a la escritura poética en español tras el largo período de poesía en catalán que había abierto en 1970 Ells miralls. Este ir y venir entre lenguas no era sin razón. Como se explicaba en Interludio azul, libro en prosa hermano del primero de los citados, los desplazamientos de lengua estaban condicionados por cuál fuera la que se hablaba con la persona amada. Naturalmente, tales cambios han ido acompañados de otros en la escritura, pero hay que dejar constancia de que en Gimferrer las transformaciones en su quehacer no responden sólo a esa razón vital, sino que son consustanciales a su poética.

Si la literatura, en cuanto producto cultural, es un continuum, en ningún otro momento de la historia se ha producido una inflexión tan aguda como la que se debe al ejemplo de Arthur Rimbaud y Lautréamont. Todavía más que por todas las novedades que se presentan en los textos de uno y otro, por el gran gesto que ambos trazan y por el cual la escritura puede ser distinta a como es en un momento determinado y a como ha venido siendo en lo anterior. Es decir, con los citados sucede que escribir se hace sinónimo de exploración del lenguaje, de (re)fundación -por cuanto no cabe hablar de fundación en sentido estricto- de la literatura.

Uno de los más bien pocos que han sabido esto y que no han cedido a las exigencias que conlleva es Pere Gimferrer, poeta de toda excelencia y autor además de dos singulares novelas y de una importante obra ensayística que atiende no sólo a lo literario, sino también al arte y al cine.

Tornado, quizá el mejor de sus libros, es en todo una prolongación del ciclo iniciado con Amor en vilo y, como por lo demás casi la totalidad de la poesía gimferreriana, es palabra del amor, una declaración de amor, el testimonio de los días compartidos, de la vida propia enajenada en el tú, de una nueva vida, como tan certeramente supo decir Dante. En cuanto vida nueva, requiere un proceso de muerte y renacimiento y eso es lo que se consigna que ha supuesto la aparición del nuevo amor, de Cuca: "tu cuerpo que me lanza a revivir" o "mi vida en ti resucitada". De este modo, el amor es tratado como potencia cósmica que da vida y da muerte, presentación de lo que el amor sea en el mundo e inserción en una tradición que remite, por ejemplo, a la omnipotencia de Eros y a la visión que de él dio el surrealismo y, en esa estela, poetas como Vicente Aleixandre y Octavio Paz, por citar dos referencias próximas de esta poética.

Esta vida nueva tiene dos tiempos, el real -que el amor hace irreal- y el de otra relación anterior que ahora se actualiza y se hace igualmente real: "y tú eres Cuca, y yo soy yo, y vivimos / la primavera del sesenta y nueve" y es que "el tiempo no es sucesivo, es simultáneo". No se dice esto en vano, sino, además de en cuanto vivencia, como manifestación del simultaneísmo, tan característico de Pound y Eliot. Vida nueva: "sin sucesión el tiempo de la mitografía".

Si amor es una fuerza tal, la palabra que lo diga habrá de distanciarse de la común y, en efecto, la palabra de Tornado es exuberante se mire desde donde se mire. Hay exuberancia en las formas del texto, múltiples, desde el poema en prosa a sonetos canónicos. A propósito de esto, no puede pasarse por alto la producción de efectos del significante, huida del tono conversacional, tan extendido hoy, con el resultado de una lengua original donde las haya. Además se hace uso de la rima en eco o de la llamada rima en capcaudatz, esto es, la repetición de la última palabra de una estrofa en el inicio del verso siguiente ("L’amour l’après-midi", donde se da ya con la misma palabra ya con otra diferente que rima). Y está la singularidad de la multiplicidad de resonancias entre dos versos: "el guantelete del heñir la piel,/ el molinete del teñir la piel", donde la identidad fónica se da en las tres posiciones acentuadas, además de que hay un estricto paralelismo de orden gramatical y léxico. Son casos de la extraordinaria riqueza de la escritura de Tornado, que encuentra sus precedentes en ciertos textos del modernismo y, claro está, del barroco.

El lenguaje es de una riqueza casi sin límites -raro será el lector que no haya de recurrir en algunos pasajes al diccionario- y son sensacionales las series nominales (véase, por ejemplo, "The fountainhead"), construcción en la que ha mostrado desde sus inicios su magisterio y hay un despliegue fantástico de imaginación en comparaciones (hasta veinte veces se lee "como" en "A tientas") y de metáforas. Todo ello acaba por producir una especie de sortilegio, de magia, que se apodera del lector.

En definitiva, de lo que se trataría es de algo imposible, hacer de la vida discurso, hacer que el discurso sea vida. El loco de amor puede decir "Mi vida, toda hecha de palabras" y quiere alcanzar "esta palabra que dirá tu cuerpo", pero sabe que "las palabras no pueden ya decir / más que, encorvado, el peso de sí mismas". Este libro da cuenta de esa agonía y su aparición, un acontecimiento.