Image: La roca

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Poesía

La roca

Wallace Stevens

2 octubre, 2008 02:00

Wallace Stevens

Trad. Daniel Aguirre. Lumen. Barcelona, 2008. 94 páginas, 14’90 euros


Hay poemas tan complejos que te suscitan las preguntas más simples. ¿Quién es este hombre? ¿Qué es esto? ¿Qué pone? A menos, por supuesto, que seas Harold Bloom. En ese caso, no te cabe duda: Wallace Stevens (Reading, Pennsylvania, 1879 - Hartford, Connecticut, 1955) es El Gran Poeta Americano y estos son algunos de los mejores versos del siglo XX. Y lo que pone es: "Están los mundos dormidos, están durmiendo ahora. / Un enmudecimiento los domina en una especie de solemnidad. / El yo y la tierra: tus pensamientos, tus sentimientos, / tus creencias y descreencias, toda tu peculiar trama; / la rojez de tus rojizos castaños, / el discurrir del río, el discurrir amodorrado del río R.". Se titula "Un anciano dormido". Y, poéticamente hablando, no se puede llegar mucho más lejos.
Realmente los poetas piensan de otra manera. "Sin duda vivimos más allá de nosotros mismos en el aire, / en un elemento que no hace por nosotros, / igual de bien, lo que hacemos por nosotros mismos, demasiado grande, / algo no planeado para imaginería o creencia" ("Mirando los campos de lado a lado y observando el vuelo de los pájaros"). En el fondo, no inventan nada. Se expresan con palabras sencillas, como "vaso", "organizarnos" o "domingo", pero su sintaxis cerebral las ayunta en secuencias asombrosas, como "La constante disquisición del viento" o "El mundo es más amplio en verano". Y entonces nosotros -en nuestra patética ingenuidad- creemos que se trata de un par de frases sin más particularidad que su espantosa belleza. Pero no: resulta que, en opinión del poeta, son "Dos ilustraciones de que el mundo es el concepto que se tenga de él". Y que conste que de las sesenta y nueve palabras que componen "Vacío en el parque" no hay ni una sola que no conociéramos todos antes de cumplir los diez años. Pero a ninguna criatura humana se le había ocurrido nunca cortapegarlas para decir "Soplan los cuatro vientos por la rústica pérgola / bajo sus colchones de parras". Como la lógica musical o matemática, la lógica poética desafía el sentido común del común de los mortales. Tal vez por eso únicamente entre músicos, matemáticos y poetas es posible encontrar genios.

Dios creó el mundo sólo con la palabra: dijo "hágase la luz" y la luz se hizo. El poeta crea el mundo sólo con la palabra: dice "Un fulgor que sumara a lo que era real y su vocabulario, / igual que alguna cosa primera al ir entrando en árboles septentrionales / les suma todo el vocabulario del Sur, / igual que la primera luz solitaria del cielo vespertino, en primavera, / crea un nuevo universo de la nada cuando se suma ella, / igual que una mirada o un toque revela sus imprevistas magnitudes" ("Prólogos a lo que es posible") y en nuestra imaginación empieza a existir algo donde antes no había nada. Ya nos lo advierte el poeta: "La vida del poema en la mente aún no ha comenzado. / Aún no habías nacido cuando los árboles eran cristal / ni has nacido ahora, en esta vigilia dentro de un sueño" ("Largos y tardos versos"). Egocéntrico y narcisista, el lenguaje habla siempre de sí mismo, incluso cuando finge estar hablando de cualquier otra cosa, como de soles o de frutos o de piedras: "En esta abundancia, el poema crea significados de la roca,/ de movimiento tan mezclado y de tal ingeniería, / que su aridez se torna en un millar de cosas / y deja de existir. Esta es la cura / de las hojas, del suelo, de nosotros. / Son sus palabras el icono y el hombre" ("El poema como icono"). Es la muy razonable creencia de qie el alfabeto es anterior a Dios mismo.

Leer versos como "ésta es la prehistoria de febrero" nos hace sentirnos absurdamente grandes. Pensar en "el cuerpo de un mundo / cuyas rotundas le-yes hacen un amaneramiento de la mente" nos vuelve inteligentes y luminosos. La redención de todas las mediocridades, de todas las mezquindades, de tanta vulgaridad, se llama La roca, tiene ochenta y cinco años y representa la decimocuarta forma de mirar a un pájaro negro. Estamos hechos de la materia de este sueño. Y Wallace Stevens es Dios.