Image: Retrato de los meidosems

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Poesía

Retrato de los meidosems

Henri Michaux

9 octubre, 2008 02:00

Original del autor del interior del libro

Ed. y trad. de Chantal Maillard. Pre-textos, 2008. 206 pp., 18 euros

No es posible comprender la trayectoria poética de Henri Michaux (Namur, Bélgica, 1899-París, 1984), y el libro que vamos a comentar, sin su trayectoria vital y sin la concepción que tuvo de la poesía o, para ser más justos, de la creación artística. Porque no es posible abordar su escritura sin aceptar la presencia de otras formas del arte, como la pintura y, más allá de esos viajes desbordados a las tierras de América y del Oriente extremo, hay ese dato significativo del abandono de su país natal y de su llegada a París en 1920, no para escribir -aunque la escritura ya hubiera nacido en él durante su primer viaje a Brasil- sino para sumergirse en el círculo de los pintores surrealistas (Masson, Max Ernst, Klee).

En la ruptura con su país de origen encontramos ya esa rebeldía que caracteriza a su escritura a contracorriente y en esa cercanía a la pintura están las doce litografías que compone para la primera y exquisita primera edición de este libro (París, 1948). Han pasado más de 20 años desde su llegada a la capital francesa, pone freno temporal a sus viajes y, después de un apacible tiempo en el sur francés para pintar, parece haber encontrado en la escritura, y en concreto en el tema de los "meidosems", una excusa para resumir la visión desesperada y rebelde de su vida. Esta visión responde a cuanto Chantal Maillard nos desvela muy bien en el magnífico análisis que hace a modo de apéndice. Está bien que la traductora e intérprete haya dejado para el final su comentario y que sea el lector el que se sumerja de inmediato en el bosque de las sorpresas y de las interpretaciones.

La atmósfera de este libro no es posible, como ya hemos dicho, sin la concepción que el creador tiene de la poesía. En uno de sus textos de poética nos muestra descarnadamente cuál es su actitud: "Yo no sé hacer poemas, no me considero un poeta, no encuentro particularmente la poesía en los poemas, y no soy el primero en decirlo". Con este planteamiento previo no es raro que luego el crea-dor -seguimos si llamarle el poeta- amplíe en la pintura y en la escritura su exasperación, huya de cualquier tipo de ternura afectiva o de fácil lirismo y se entregue a la imaginación; aunque, como bien nos va a recordar Maillard, detrás de esos mundos imaginarios, de sus misteriosos personajes -los "mediosems"- se encuentre la realidad y nada más que la realidad, y un hecho terrible: pocos años antes de la aparición de su libro, en 1943, su mujer es víctima de un accidente doméstico, de un fuego, y después de una etapa en el hospital, fallece. Así que es la realidad y sólo la rea-lidad la que palpita detrás de esos seres imaginarios -aunque humanos- que Michaux construye atribuyéndoles formas irreales y zoológicas.

Por tanto, debajo de su descreer y de su rebeldía no encuentran el creador y el lector, sino la vida. Hay, pues, una concepción de la escritura como huída de los lugares comunes y una adscripción a la "máscara". Pesa también la concepción que de ella se tiene cuando se escribe el libro: el predominio del irracionalismo y del surrealismo, el desasosiego bélico, la crisis de valores. Llega, pues, la escritura, -"la poesía es un regalo de la naturaleza", dice en otro momento Michaux- para lo que el autor la cree verdaderamente necesaria: "para realizarme". Es, decir, para salvarlo, decimos no-sotros en esa travesía llena de sobresaltos y pesares que es la existencia. El mundo áspero, em- papado de dolor y de desasosiego del hospital -Rilke también nos lo había recordado al contacto con ese París gris de los hospitales-, es el epicentro a partir del que se expande el libro.

También a partir de esas idas y venidas -de la casa vacía al hospital, del hospital a la casa vacía-, de unos viajes más breves que los que haría -¿a modo de huída de sí mismo?- por tierras lejanas, de ese mundo que él diseccionó con el bisturí de la amargura y que reveló lleno de monstruos, a través de esos seres filamentosos, espesos o esquivos que fueron los "mediosems". Un "mediosem" no es otra cosa sino el mismo Michaux. él es el gesto y la desesperación que traza la mano. Literatura, pues, muy del tiempo y de las ideas que le tocó vivir al autor.