Image: Paul Celan y Gisèle Celan-Lestrange: Correspondencia

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Poesía

Paul Celan y Gisèle Celan-Lestrange: Correspondencia

Paul Celan y Gisèle Celan-Lestrange

27 noviembre, 2008 01:00

Paul y Gisèle Celan.

Ed.B. Badiou. Trad. M. Armiño. Siruela. Madrid, 2008. 1.126 páginas. 58 euros. Leer extracto

Aproximarnos a la obra de Paul Celan supone tener en consideración previa a una serie de poetas que vienen de más atrás y encontrarnos con nombres como los de Heine, Hülderlin, Rilke o Tralk. Son poetas marcados (¡y con qué fuerza!) por una misma lengua, pero también por una serie de circunstancias vitales y creativas en las que pesan mucho una sensibilidad prodigiosa, una fuerte originalidad, el exilio y el desamparo, los extrarradios de la cultura alemana, los viajes, el desarraigo, el "sufrimiento por la conciencia" y el doble viaje: el que hacen en un tiempo crítico, afectado por los totalitarismos o las guerras, y el viaje interior, existencial, no menos grave; a veces con finalidad trágica, como en el caso del propio Paul Celan (Czernowitz, Bucovina, 1920-París, 1970).

Hablar de su obra fuerte y sensible en nuestro tiempo supone valorarla no sólo en lo que primordialmente fue -en su poesía- sino también en otros territorios de la escritura, como puede ser el epistolar. No estamos, por ello, ante una recopilación circunstancial de cartas de/y a un autor, y no las comentamos sólo al hilo del interés innegable que su poesía nos suscita, sino que las recogidas en este volumen son un complemento ideal de vida y obra: son obra en sí mismas, pues gozan de esa sensibilidad extremada y delicadísima que sólo los grandes poetas suelen transmitirnos; pero ahora desde la emoción viva y conmovedora de un gran amor, de ese intercambio epistolar de Paul Celan con su mujer, la pintora y grabadora Gisèle Celan-Lestranger.

El lector español ya posee la base imprescindible para aproximarse con conocimiento a este volumen epistolar gracias a la edición de las Obras Completas de Celan (Trotta, 4ª edición de 2004), en la excelente versión de José Luis Reina Palazón. En este volumen aparece un universo lleno de tinieblas y relámpagos, de aristas y de espejos, múltiple en su significación; pero quizá el lector desearía saber más del sustrato o trasfondo de esos poemas, entreabrir el hermetismo de su fértil irracionalismo y de unos versos restallantes que ocultan la realidad completa.

Celan había buscado una significación grande para su poesía y para el arte en general. Para ello, nos habló de la necesidad prioritaria de "no dejar de dialogar nunca con las fuentes oscuras". El suicidio del poeta en las aguas del Sena el 20 de abril de 1970, fue como la última nota de esa melodía, a la vez luminosa y sombría, que fueron la mayoría de sus poemas. "Dice la verdad/ quien dice la sombra", nos recuerdan dos de sus versos. También ese pasaje subrayado en una biografía de Hülderlin encontrada (junto a su reloj) sobre su mesa el día de su muerte: "A veces el genio se oscurece y hunde en lo más amargo del corazón". Pensemos en otra frase de Nelly Sachs -[Celan es] "el Hülderlin de nuestro tiempo"- para que esa cadena de autores de la que antes hablábamos se haya convertido en un círculo, y los nombres y las obras de los poetas confluyan en un único cauce de gravedad y de grandes preguntas, a las que ellos supieron dar respuestas en no pocos de sus poemas; más por la vía de la razón decantada en Hülderlin, más a través de imágenes deslumbradoras en Celan.

Posee, sin embargo, la correspondencia de Celan con su mujer una naturalidad y una frescura que nos obliga a olvidarnos, repentinamente, un poco de su poesía y a centrarnos de lleno en su vida y, dentro de ella, en el mutuo amor que él y ella sintieron. Hay en cada carta una ternura (ya desde el arranque de las mismas o en las despedidas) que les proporcionan esa distinción, esa originalidad llamativa que hace de ellas un fruto creador autónomo, pura obra de creación. También aquí hay que decir que los contenidos de estas 737 cartas (334 son de Paul) rara vez aluden a una realidad plana y circunstancial, pues en todo momento las exclamaciones, las declaraciones de afecto, el entusiasmo lírico, les proporcionan esa frescura sincera que las distingue siempre.

Pesa, por tanto, mucho en este libro la forma, que no es sólo el resultado de un carácter personal o de un estilo literario, sino de algo que brota del fondo. La ágil amenidad expresiva de las cartas es, pues, el resultado de esa fundamental sinceridad y hondura, de lo que esencialmente transmiten los mensajes: un sentir y un pensar (un vivir) manifestados de manera reveladora. No nos hallamos ante unos textos meramente informativos o circunstanciales sino ante la revelación de dos almas en sintonía, más allá (o por debajo) de la separación posterior de la pareja o de los nubarrones, internos y externos, que amenazaron y dañaron la vida del poeta. De su valor intrínseco da ya cuenta el interés inicial de Gisèle en leer y clasificar sistemáticamente las cartas a la muerte de su marido, consciente de su carácter excepcional. Cartas que abarcan tres bloques temporales: el del encuentro, el de la convivencia y el de la separación.

Hay que decir también que esta edición es modélica por el material complementario que la acompaña, como sus riquísimos apéndices, y porque en ella convergen otros colaboradores que no cabe ignorar, además de la valiosa y fluida versión de Mauro Armiño: Eric Cioran, el hijo del poeta, en la preparación de la edición y en las meticulosas notas, el prólogo de Francisco Jarauta y la traducción de los ochenta y cuatro poemas en alemán debida a Jaime Siles, el cual inauguró tempranamente las traducciones de Celan entre nosotros. Muy destacable es el esfuerzo de Siruela para ofrecernos una edición tan exquisita y cuidada. En unos tiempos a veces meramente mercantiles y gregarios desde el punto de vista editorial, la belleza física del libro sigue aún a salvo.