Image: Cuerpo de amor

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Poesía

Cuerpo de amor

Alda Merini

20 noviembre, 2009 01:00

Alda Merini. Foto: Archivo

Trad. de J. L. Clariond. Vaso Roto, 2009. 102 páginas, 10 euros


A través de una hermosa traducción de Jeannette L.Clariond nos llega Cuerpo de amor. Un encuentro con Jesús, de la poetisa italiana recientemente fallecida, Alda Merini. Nacida en Milán, hace 78 años, fue una niña prodigio pues ya a los 15 publicó su primer libro, muy bien recibido por la crítica. En su juventud frecuentó a escritores como Quasimodo, Spagnoletti, Maria Corti y Manganelli, y pronto fue considerada literariamente. En 1993 recibió el Premio Librex-Guggenheim "Eugenio Montale", lo que la consagró entre los grandes de su país, como Atilio Bertolucci o Mario Luzi. Otros galardones impulsaron su candidatura al Nobel, con el apoyo de Dario Fo, para quien "era una figura poética extraordinaria, entre las más grandes de Italia".

A pesar de sus dotes, su vida estuvo marcada por grandes etapas de desequilibrio. Ya en 1947 se encontró con "las primeras sombras de su mente", pasando de la lucidez a la locura y entregándose a la poesía como lugar de la esperanza, en un intento de concretar el amor a través de la palabra. Tras obras como La presencia de Orfeo (1953), Bodas romanas (1955), Destinados a morir (1980) Tierra Santa (1984), Sueño y poesía (1995), y Aforismos y magias (1999), su escritura se decanta hacia la mística, así en Magníficat: un encuentro con María (2002) o La carne de los ángeles (2002).

En esta línea se halla Cuerpo de amor. Se trata de un amor a la vez elevado y carnal, no ajeno al inmenso sufrimiento padecido por la escritora, lo que llevó a monseñor Ravasi a afirmar que en ella la creatividad se convierte en teología como si el electroshock cumpliera el papel de una crucifixión. Surgen así en sus poemas afirmaciones religiosas católicas, oídas por todos repetidamente, pero con un rostro nuevo, sin duda debido a la fuerte dualidad alma-cuerpo que impulsa la palabra. Dicha dualidad salta de nivel y presenta otros aspectos del ámbito en que se mueve, ya en la invocación a Judas, en la declaración de que Jesús es "mujer en su corazón" y es "una gran catástrofe" anunciada por los profetas, o en el paradójico amor de Dios al tránsito final: "Dios se dejó arrollar por la muerte, Dios amó su muerte". La poetisa consigue ver numerosas facetas, y así habla de la fuerza de la humillación: "Cristo también desvaneció la injusticia y colocó a los primeros en el sitio de los últimos y su pan es la humillación y la fuerza de la humillación"; o el conocimiento del placer por parte del redentor: "Jesús padeció la carne de la mujer y la del hombre y sabe muy bien que el deseo y el placer son la base de la creación".

Leyendo los poemas de Cuerpo de amor, nos viene a la mente uno de esos retratos de monjitas escritoras, como el de la agustina Isabel de Jesús (s. XVII), en el que está orando, pero ojo avizor, y un gran Cristo carnal e insinuante parece acercársele. Y es que el hombre no puede prescindir de ese "cuerpo de muerte" que marca la transitoriedad. Merini opta no por la negación, sino por la acogida, porque se sabe parte de un todo, y lo expresa así: "obedecer a Dios era como obedecer al universo". Es éste su lugar y por ello no prescinde del goce posible: "Toda cosa bella se vuelve pasajera en las manos de los hombres, pero toda cosa bella besada por Dios se vuelve una rosa roja plena de sangre".