Mi vida social
Justo Navarro
18 junio, 2010 02:00Justo Navarro. Foto: Andreu Dalmau
Casi un cuarto de siglo -y siete novelas- más tarde, Mi vida social reafirma la esencial unidad del mundo literario del autor, por más que las estructuras estróficas y la deslumbrante imaginería de los dos primeros libros hayan cedido el paso a construcciones abiertas de versos métricos -sólo dos sonetos (sobre la infancia) organizan en simetría la estructura del libro- y a elementos descriptivos más depurados que ponen el énfasis en las voces de las historias ocultas que componen el conjunto.
En los cuarenta y siete poemas del libro también las referencias ambientales -espacios urbanos y domésticos, teléfonos, el thriller, la música pop- ceden protagonismo a la anécdota y, sobre todo, a voces introspectivas en las que fluye una especie de "conciencia exterior" o de inversión de perspectivas. Ésta proyecta sobre personajes y situaciones la tensión psicológica de un mundo íntimo y recóndito, minuciosamente elíptico, en el que van afianzándose las conflictivas presencias familiares, los deslizamientos entre realidad e imaginación, la memoria inestable, la precariedad sentimental, los extrañamientos de la identidad. Todo lo que integra, en fin, la exigente construcción intelectual y narrativa del autor de Hermana muerte, F. o Finalmusik.
Una nota previa subraya el carácter narrativo y ficcional del libro, y un epígrafe con dos versos de la canción Love to hate you, del dúo Erasure, nos remite al territorio de la novela y el cine negros, esa presencia constante en la obra de Justo Navarro desde su primera publicación poética Serie negra (1976) y que establece el ambiente misterioso de un conjunto en el que la desconfianza intelectual se extiende a la propia poesía, como se expresa en Poética con palabras de Gabriel Ferrater: "El tema de la literatura moral no es la experiencia/ que acerca de los otros tiene/ el escritor, sino la inexperiencia/ que se siente ante ellos". El autor apenas nos facilita los indicios mínimos de los elementos anecdóticos que se suceden -y es uno de los aspectos más sugestivos del libro: importa más bien el paradójico afianzamiento de la inseguridad de la conciencia frente a los hechos del pasado -"por qué olvido/ a las personas: para/ olvidar los errores que cometí con ellas"-, frente a las presencias inquietantes de seres desaparecidos, frente a la propia despersonalización en el doble o en la imagen del espejo ("Mi doble habla", "El semejante").
Y también lo contrario: las constataciones inapelables de esas voces que insisten en sus sarcásticas conclusiones sobre los afectos, el dolor, el deseo, la muerte ("Academia Berlitz") o, de manera destacada, la familia: "Es la ligera argolla del silencio,/ la que calla a los hijos ante el padre,/ el amigo rencor". El padre, sobre todo, imponiendo silencio: "Una vez me contaba que la voz/ de su padre le provocaba/ afasia, eso me dijo,/ parálisis de la musculatura vocal, silencio, lengua/ atada", imponiendo su presencia más allá de la muerte, como en "Kriminalroman".
Justo Navarro nos ha hecho esperar sus nuevos poemas, pero valió la pena.
LA CONCIENCIA EXTERIOR
Vi la luz de la fiesta
nupcial, y vi la luz
del patio del hotel, deshojada, talada,
y en la ventana sin cortinas vi
cómo alguien se ponía
una inyección. Conozco
ofensas, culpas y otras entidades
que sólo existen si
alguien cree que existen. O las adiviné
en la cara de otros, aunque fueran
sólo mías: conciencia
exterior, por así decirlo.