El típico pívot senegalés
Javier Cortijo
23 julio, 2010 02:00Javier Cortijo
El típico pívot senegalés no parece que lo creara Cortijo pensando en el qué dirán, probablemente porque comprende que los críticos somos poco más que publicistas (esperemos que) desinteresados. Este madrileño treintañero simplemente cuenta cosas, sin pretensiones ni poses: "Un día Mario instaló una máquina del millón./ El muy cabrón eligió la más barata,/ con dibujos y engranajes inspirados en Hiroshima y Nagasaki./ […] El caso es que la maquinita saltó por los aires de un cortocircuito brutal y precioso./ Todos nos esperábamos algo así./ Y Mario la sustituyó por otro pinball que homenajeaba a las conejitas Playboy./ Echamos de menos la otra. A veces". Cortijo no se psicoanaliza: se limita a abrir los ojos, ver y narrar. Ahí están los graffitis tallados a cuchillo en un crucifijo, el eslogan de Nike al servicio de creaciones casi tan lucrativas ("Hagamos el universo") o haikus que no parecen haikus, pero lo son: "Es hora de reponer la luz del candil./ Las pequeñas luciérnagas han recuperado/ el apetito". Cuando un poeta titula "¿Será éste el primer poema de la historia dedicado a un ex restaurante chino?", hay muchas posibilidades de que se lo haya pasado bien escribiéndolo. Primera condición, como todos sabemos, para que el lector disfrute leyéndolo. Poesía subversiva e impasible, absolutamente atípica.