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Baladas del dulce Jim
Ana María Moix
5 noviembre, 2010 01:00Ana María Moix. Foto: Quique García
En Baladas hay, para empezar, una renuncia a la escritura en verso, salvo alguna excepción, en lo que es una prosa que en bastantes de sus pasajes es una especie de falsa prosa, pues la secuencia está metrificada en incluso con efectos de rima, como en este pasaje del texto inicial: "Jim en el parque, y sin sombrero. Ay Dios, qué miedo si es un matón. Ay Dios, qué pena si un día parte como llegó". ¿Prosa?, ¿verso? La respuesta apunta tanto a lo uno como a lo otro y se desmontan con ello las clasificaciones tradicionales, que resultan inútiles ante unos textos que no admiten otra denominación que "escritura".
Renunciando a una literatura que se nutriera sólo de literatura, Moix incorporaba aquí referentes cinematográficos, como, hay que recordarlo, había sucedido en las vanguardias históricas. Así, uno de los capítulos de "Novela" dice: "Fanfan La Tulipe llega al pueblo", nada más, pero ahí se proyecta todo lo que narra el filme Fanfan La Tulipe (1952) de Christian-Jacque; y otro: "Todos los hermanos eran valientes: uno murió", donde lo aludido es la película All the Brothers Were Valiant (1953) de R. Thorpe. La rivalidad de dos hermanos, Jim y Johnny, por una mujer es, como en el filme citado, el tema. Rivalidad que conduce al asesinato de Jim en un escenario que es Nueva York, bien ajeno a la realidad española de la época, pero no a las películas que se proyectaban en los cines de barrio de esos años.
Baladas del Dulce Jim no ha perdido nada de su interés, de su poder evocador, de su contar por medio de la elisión, procedimiento tan cinematográfico, y debería ser lectura, o relectura, obligatoria.