Poesía

Poesía completa

Marianne Moore

28 enero, 2011 01:00

Mariane Moore

Trad. Olivia de Miquel. Lumen. 552 páginas, 25 euros


Érase una vez una princesa que quería ser dragón. Una doncella testaruda que se negaba a reco- nocer como propia la imagen pálida y frágil que le devolvía el espejo. Ese cuerpo no era (no podía ser) el suyo. No cuando dentro sentía latir el corazón de la bestia.

Marianne Moore (1887-1992) es grande. No: es la grandeza misma. Su Poesía completa es más que la escrita: es Moore, en carne y hueso. La literatura no puede contener tanto poder: la de Missouri rompe el dique, rebosa, inunda. Profeta del modernismo, Moore es madre de mundos hechos de naturaleza y artificio. Dedica poemas a aves de presa ("Ningún corral te da una absurda apariencia;/ tus garras de bronce son firmes contra la derrota") y a las armas del dios de la guerra ("La desarmante modestia de la coraza"). A Moore le interesa la intensidad, la altura, la dignidad. Su indiferencia por la diferencia es absoluta: realidad y ficción, hombre y fiera, son iguales a sus ojos y reciben un mismo tratamiento poético. La capacidad de la imagen para fijar e inmortalizar el objeto explica la fascinación de la creadora por la descripción minuciosa, conciliando una precisión de naturalista exhaustivo con algunas de las mejores metáforas jamás ideadas: "Visible, invisible,/ un hechizo fluctuante/ una amatista teñida de ámbar/ la habita, le acercas/ el brazo y se abre/ y se cierra; pretendías/ atraparla y se estremece;/ abandonas el intento". De esta visión suya de una medusa importa sobre todo el "abandonas el intento". Ahí está la esencia, la descripción.

Más que de poesía, los índices de Moore parecen de un tratado de zoología (decenas de animales, no siempre líricos, como el buey ártico ("Para ponerse un zorro ártico/ hay que matarlo" suena a perogrullada, pero es una lección de ética), a menudo ni siquiera reales, como los unicornios (después de todo, se trata de un poema sobre la supremacía de la voluntad sobre la evidencia). En su National Geographic personal, la criatura humana yace bajo el microscopio vergonzosamente expuesta, diseccionada sin piedad. En estrofas-río o apenas haikus, Moore aparenta no juzgar, pero a nadie le apetece el plan de someterse a su omnisciencia, sea Melchior Vulpius, Yul Brynner o Papá Noel. Moore ve en nosotros más de lo que deseamos, y la verdad asusta. Uno a uno caen los mitos de nuestra civilización, en una perversa y necesaria subversión del orden culturalmente aceptado: el amor "sea lo que sea, es una pasión,/ una demencia benigna que debería/ engullir a América, alimentada de forma/ opuesta al modo en que/ se alimentó al Minotauro". La poesía, sea lo que sea, es valiente o no es poesía en absoluto.

Siguiendo su política de estricta indiscriminación, Moore explota como inspiración el New York Times, las retransmisiones de baseball y a Walter Savage Landor. (Como ella, Landor se confesaba adicto a la naturaleza y al arte por igual.) Editora de la legendaria revista The Dial, tuvo a sus pies a los héroes más épicos del siglo XX: Ezra Pound, Wallace Stevens, William Carlos Williams, T. S. Eliot (cuyo prólogo/epílogo a Selected Poems cierra el libro). Pero, como teoriza Barthes, la epopeya contemporánea se la disputan los deportistas: boxeadores y baseball players, en este caso. La pasión según Moore no es sólo palabra, sino acción, movimiento. La misma persona capaz de concebir la imagen bélica "Usas tu cerebro/ como una muela de triturar/ paja" o de imaginar la decimocuarta manera de mirar a un pájaro negro (ésa que a Stevens no se le ocurrió) soñaba con empuñar un bate y conquistar un home run con los Yankees. Una razón más para amar a Moore.

Así que érase una vez una princesa que quería ser Babe Ruth. O sea, un dragón del siglo XX. Contradictoria y rebelde, Marianne Moore proyecta el imaginario colectivo sobre la tabula rasa del Viejo Nuevo Mundo para mostrarnos todos los tiempos simultáneamente, la humanidad entera en una sola voz. Moore comienza su poema Poesía con un glorioso "a mí también me disgusta", opina que la mente es un "mecanismo intratable" y proclama que "la literatura es una fase de la vida". El corazón del dragón bombea la sangre más caliente. La Mujer América vive eternamente.

¡Ay, ser un dragón!

Si, como Salomón...,

yo pudiera cumplir mi deseo

-mi deseo... ¡ay, ser un dragón!,

símbolo del poder del cielo- del tamaño

del gusano de seda o inmenso; invisible a veces.

¡Extraordinario fenómeno!