Toni Quero

Una reiterada invocación a Rimbaud es una de las articulaciones de este primer libro, excelente, de Toni Quero (Sabadell, 1978), y si un gesto así supone un desafío a la propia escritura, hay que dejar constancia de que estos poemas son respuesta con suficiente fuerza poética como para no palidecer ante el reto asumido. Se da aquí un despliegue verbal, una capacidad para la imagen, "don de la imagen certera y exacta" escribe Gimferrer, que hacen que la llegada de este poeta sea toda una llamada de atención. Y convendrá añadir que el hecho de que Gimferrer actúe de prologuista está más que explicado en algunas alusiones de algunos de los textos. Estos nombres mayores de la poesía, y algunos otros, configuran una genealogía poética y este reconocimiento al pasado no acaba ahí, sino que se prolonga en otros momentos en trazos de una raigambre que es tanto la propia, como esbozo de la de la humanidad interiorizada hasta poder afirmar que "soy carne de cuantos me precedieron".

Otra de las líneas que estructuran el libro es lo que hace saber el poema inicial: el encuentro con el amor es un paso iniciático, el de la noche al alba, el del reconocimiento, o conocimiento sin más, del yo consigo mismo, con el otro que uno mismo es . Una metamorfosis que, como es preceptivo, exige la muerte del yo anterior y tampoco ese tópico falta: "contemplé,/ junto a quien tanto quise,/ mi cadáver flotar junto a la dársena". Sólo entonces, cuando el acontecimiento del encuentro con el amor ha tenido lugar, se lee "di inicio a este poema", de manera que escribir es un efecto del amor, y un acto de amor a la palabra. Por ello la escritura está signada por un entusiasmo que se traslada al lector. Un mérito más de este libro es la diversidad formal, del soneto a la prosa, lo que habla del ars, de este poeta. Y es que este Los adolescentes furtivos es testimonio incuestionable de saber poético, de una rara maestría, de alguien que se retira ante el lenguaje por "Ser invisible / Ser poeta".