Sólo son tres: Descartes mentía, Un país como éste no es el mío y Razón del sueño. Pero qué tres. Último naipe: Poesía completa, 1970-1990 (Mérida: Editora de Extremadura, 2011) es el hat trick de José Antonio Gabriel y Galán: su poesía completa demuestra que es posible ser poeta durante dos décadas (1970-1990) y permanecer inmune a la mediocridad. Hay tantos tan buenos que nos ha costado horas escoger sólo un verso: "No hay relación alguna entre los presidiarios y las flores". Es la poesía astuta del hombre que se permitió enmendar al dios Blake.

Que la poesía es un estado de conciencia queda demostrado en Musa de fuego (Rialp, 2011), donde Francisco Javier Burguillo vive presentes, recuerda pasados y procesa la vida y la memoria, imaginando espacios entre el arte y la historia, desde Norman Rockwell hasta las reescrituras juanrramonianas: "Como un acto de la divina misericordia,/ de guardia, veo de nuevo el amanecer/ en esta frontera última del Imperio". Voz que no titubea, poderosa. Áccesit del Adonáis 2010, es un libro de poesía, pero también un mundo.

Jorge Gimeno viene de muchos lugares. De Bagdad y de Lisboa, de Stevens y de Toulet. Su reflexión sobre lo humano es teológica; cuando piensa en dioses, mira al suelo o más abajo: "Ayudadme en mi estilo de vida", demanda el mendigo. A Basho lo recicla en comentarista de Fórmula 1: "Alonso entra en el box./ Las hormigas se echan/ encima/ del grano de trigo". La tierra nos agobia ( Pre-Textos, 2011) es una catástrofe para los clichés. Siempre hemos querido decir esto de un libro, y por fin podemos: inclasificable.