Image: Cuando acaba septiembre

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Poesía

Cuando acaba septiembre

José Carlos Llop

28 octubre, 2011 02:00

José Carlos Llop. Foto: J. Chambón

Lumen. Barcelona, 2011. 80 pp., 13'90 euros

Este nuevo libro de José Carlos Llop (Palma, 1956) viene avalado por una obra poética reconocida, además de sus novelas, libros de cuentos y diarios, pero naturalmente en literatura ese modo de aval queda como en suspenso y ha de ser revalidado por cada nueva publicación. Valga lo anterior como prólogo a la afirmación de que este Cuando acaba septiembre es un libro que se sostiene por sí mismo y que, por tanto, viene a otorgar mayor crédito a su autor.

De un modo general, estos poemas parten de una emoción del sujeto que se hace directamente explícita, de un sujeto que el lector podrá entender como figura del propio autor en algunos casos y con toda legitimidad -en "21-I-2011", por ejemplo, el origen es la muerte de la madre; poema, por cierto, sobresaliente y no puedo dejar pasar la ocasión de mencionar "En el bosque" en el que se rememora al padre-, mientras que en algún otro se presenta un yo que no lo permite tal identificación: "Me llamo Kevork Kahvedjian" es el verso inicial de "Jerusalem" con el que toma la palabra el hijo del fotógrafo Elia Kahvedjian para recordar los avatares de la vida de su padre y sólo al final -"Lo he leído esta mañana", etc.- otra voz irrumpe y rompe esta forma del monólogo dramático; esta misma forma se da en "Marcial regresa a España" y aquí no hay cambio de yo y, sin embargo, algo o mucho de lo que el poeta latino pronuncia, ¿no se podría tomar como propio o, al menos compartido, por éste y el sujeto que Llop ha puesto en pie; baste un ejemplo: "La poesía me hizo un hombre libre". Sabemos quién lo dice, pero ¿sólo lo dice él? Sea como sea, son muestras de un tipo poemático que tiene en la poesía española excelentes precedentes como Cernuda y Gil de Biedma, junto a los cuales éstos de Llop no desmerecen en absoluto.

La emoción a la que he hecho referencia parte de diversos motivos: una cierta lectura, unos ciertos paisajes o recuerdos de escenas del pasado. Así, lectura y contemplación, palabra y vida, quedan hermanadas. Es, pongamos por caso, la lectura de Decadencia y caída del Imperio Romano de Gibbon en "Tiempos modernos". Lo que allí dice el historiador inglés no se queda en una mera nota culturalista, sino que, avanzado el poema, se convierte en texto que habla del ahora mismo y sirve para dejar en los versos un juicio sobre nuestro tiempo, "el fin de nuestra civilización".

Junto a Gibbon, Durrell y Cavafis, pero además Ulises, Troya, etc. -y comparece también en diversos pasajes T. S. Eliot- dibujan una geografía del libro que es el Mediterráneo, al que pertenece Mallorca, lugar de nacimiento del poeta y presente en no pocos de los poemas. De este modo, lo ajeno y lo autobiográfico no se estructuran en régimen de oposición, sino de continuidad por apropiación de la experiencia y de la palabra del otro. Podría decirse que hay aquí una vivencia fuerte de la herencia.

Por otra parte, siempre ha mostrado José Carlos Llop sensibilidad musical y en esta ocasión no es menos: sus poemas se leen con un ritmo que se funde con las palabras mismas. Y hay también una peculiar sensibilidad para mirar el paisaje, como algo íntimo, tanto que se declara "hermano" de la tierra. En fin, estos poemas son la voz serena, bella, de quien vive como si fuera el primer día del mundo.