Image: Cadena humana

Image: Cadena humana

Poesía

Cadena humana

Seamus Heaney

17 febrero, 2012 01:00

Seamus Heaney. Foto: Flickr

Traducción de Pura López. Visor. Madrid, 2012. 159 páginas, 15 euros

Para Virgilio, el cielo y el mar eran altos. Que uno lo fuera hacia arriba y el otro hacia abajo era irrelevante: no importa la dirección, sino la distancia, los espacios intermedios. Y porque la naturaleza no es sino imitación del arte, la misma ley gobierna el orden poético: el verso es, más que verbo, posición. De entre sus ingenieros, el más ecuánime: Seamus Heaney.

Heaney nació en 1939, ha escrito buena parte de la poesía anglo-irlandesa contemporánea y le gusta Eminem. En literatura, ser irlandés es un grado: naces en Irlanda, vas a pubs, escribes la novela más grande de todos los tiempos, en fin, lo habitual. Como Joyce, Seamus Heaney también es un genio, vivo. Y como todos los genios, es modesto, asume cosas, aprende más que enseña. Cadena humana es una breve historia de la humanidad en la que no falta de nada: las dudas, los símbolos, las derrotas. No tiene un tema, pero los contiene todos. Aparentemente, escribe en inglés: aparentemente. La lengua genuina del poeta es la mítica: "gris como tórtolas de Venus" no es una secuencia de palabras que la realidad contemple, menos aún que admita. Procede de un mundo de la imaginación anterior a la lógica. Más que con metáforas, Seamus Heaney opera con parábolas: "Fue lo que dijo Derek Hill/ La última vez que se sentó a nuestra mesa:/ Que no podía más contemplar la puesta,/ Aquel declinar del sol,/ Y cómo nos rogó por lo que más quisiéramos/ Que de espaldas a la ventana lo pusiéramos".

Como toda arma inteligente, son versos de aspecto inocente a los que les abrimos las puertas de Troya para que nos hieran desde dentro. Su acción es casi siempre retardada, se produce en la memoria y no en la razón, a veces tarda días, pero llega: "Teníamos enemigos,/ Aunque nunca supimos por qué" explica el fenómeno del odio con precisión quirúrgica. Preguntas tontas como ¿dónde se sitúa el poeta? o ¿cuándo se sitúa el poeta? no encuentran respuesta en el universo de Heaney. Tenemos una brújula para este tiempo y este espacio, pero no un norte. Todo Heaney es Norte.

Como ésta es su casa, el anfitrión invita a quien quiere. Donne, Walter de la Mare, Bill Pickering, Dante, David Ward, Thomas Hardy, Odiseo. Viejos amigos y absolutos desconocidos. Dioses también hay muchos, y lugares que suenan a divino. El poema al que volverás una y otra vez es una reescritura de la Eneida que más que traducción parece una colaboración de Heaney con Virgilio.

Existe un entendimiento mutuo entre el canon que manipula al poeta y el poeta que transforma el canon. Somos conscientes de la violencia del proceso, pero no percibimos más que armonía: "Vio a Orfeo/ Escoger como un cisne renacer, por haber/ Perecido a manos de alguna mujer". Con la valentía de quien tiene la verdad de su parte, Heaney acepta su condición de Intocable, así como las responsabilidades que el cargo comporta. Le divierten muchísimo las palabras muy antiguas o muy nuevas, no cree en los idolillos de la gramática. Sabe de la importancia de la libertad a la hora de pensar, de recordar: "Aires de otra vida y tiempo y lugar y estado,/ Aires azul pálido celeste sostienen una lisa/ Ala blanca agitada en alto contra la brisa". De lo que tiene, es dueño.

Poemas para entender, para no entender, para acoger el misterio: leer Cadena humana es una experiencia fascinante, equiparable a leer sonetos de Shakespeare escritos en 2012 por Shakespeare. Hay libros demasiado extraordinarios para la vida ordinaria, y éste es uno de ellos. Un clásico desde el momento mismo de su publicación, a él no lo juzga nadie por debajo de Virgilio. Alto como su mar, alto como su cielo.

IS SCÍTH MO CHROB ÓN SCRÍBAINN

Siento calambres por escribir con pluma.

Mi cálamo tiene gastada la punta.

De su boca de ave una burbuja sale

De tinta azul marino, brillante.

La sabiduría a borbotones surgiendo

De mi cetrina mano, su delineado fino:

Cauce del río sobre el pergamino

De tinta de acebo, su piel reverdeciendo.

Mi pequeña pluma chorreante sigue viajando

A través de los libros, contra marea y viento,

Para enriquecer a los estudiosos su acervo:

Trabajo de pluma que acalambra la mano.