Image: Tres poetas franceses del siglo XXI

Image: Tres poetas franceses del siglo XXI

Poesía

Tres poetas franceses del siglo XXI

Bernard Noël, Zéno Bianu, Jean-Ives Masson

25 mayo, 2012 02:00

Bernard Noël, Zéno Bianu, Jean-Ives Masson

Edición de Clara Janés Ediciones del Oriente y del Mediterráneo. Madrid. 2012. 315 pp. 18 euros.

Para el lector español que no haya tenido un acceso directo a la lectura de los textos originales franceses, hubo siempre un hito entre las traducciones de la poesía francesa, particularmente de la última. Me estoy refiriendo a la Poesía francesa contemporánea de Manuel Álvarez Ortega (Taurus, 1967), que muy tempranamente entregó una visión abarcadora de una etapa que se abría con Maurice Blanchard y se cerraba con Philippe Jaccottet. Este libro nos abrió a autores que poseían entidad y poéticas propias. Luego, siguieron autónomas y valiosas traducciones que, por su número, no vamos a recoger aquí, pero que reforzaron esa visión de la poesía francesa del pasado siglo. Sin embargo, en casi todas estas versiones, se subrayaba el sustrato estilístico, literario, de esos poetas. Quería hacer estas dos precisiones previas para referirme a la antología de los tres poetas que ahora nos ofrece Clara Janés, porque en este libro -en su planteamiento, en su sustrato- no todo es "literatura", o se somete a esas novedades formales que tanto encandilan a ciertos lectores de poesía francesa, entre los que incluyo muy notables poetas de otras lenguas.

Janés ha preferido abordar el fenómeno poético desde la experiencia de ser, del vivir. No sólo se ha dejado llevar por una serie de circunstancias vivenciales que le han conducido hasta estos tres autores, sino que ha buscado en ellos una sutil relación, no sólo con el sentir poético sino también con el pensar. Para ello tiene en cuenta factores incluso ajenos al hecho literario, como la visión científica de la realidad, o lecturas tan heterodoxas como la de Prigogyne. En el fondo, lo que Janés ha pretendido es ser fiel a una visión esencial de la poesía, en la cual se dé conexión con otras formas de conocimiento y que fije conceptos consustanciales al ser humano desde los orígenes. Para valorar en su hondura dichos conceptos, hay que valorar el poder de los símbolos, que en estos poetas no son meros términos gestuales, sino que aluden a valores. Y a la vez sin desposeer al texto de su poesía en ese límite en el que siempre estos tres poetas -del siglo XXI, se nos recuerda- se mantienen.

En Bernard Noël, en Zeno Bianu, en Jean-Yves Masson -pero por distintos caminos, como debe ser- algunos de estos conceptos y símbolos podrían ser los siguientes: fuerza natural, desposesión de la misma naturaleza de la poesía, consumación, enigma (como "hueco" o vacío), fondo del alma, centro, presente sin meta (otra forma de la "nada" de los orientales) y su contraposición, el todo (en Noël como un eco del "estar aquí lo es todo" del verso de Rilke), el sencillo y hondo todo platónico, los signos leopardianos de noche e infinitud; o conceptos manidos, pero perennes, como los de tiempo, espacio, sueño y saber); o la simbología de los colores puros que, como el blanco, conducen a esa nada que es todo, con la que se cierra el círculo del afán de silencio y de absoluto del poetizar. Pero poetas y traductora no caen en ningún momento, como hemos dicho, en condicionamientos meramente literarios; por eso, Clara Janés resume el afán de los poemas de estos tres poetas remitiéndonos al sentido primordial de "búsqueda" en ellos y que, al fondo de esa búsqueda, no se halla sino la "armonía del caos". Aquí se nos recuerda de nuevo la unidad de todo, la confluencia entre conocimiento científico y conocimiento metafísico. Nos encontramos, pues, ante una sugestiva aventura de leer y traducir gracias a la obra de tres autores con voces propias, y con la suficiente diferencia en sus nacimientos para que se objetive su mensaje y se demuestre su decantación en el tiempo: Noël (1930), Blanu (1950), Masson (1962).

Luego, subrayaríamos otras dos características de estos poetas (siempre desde su diversidad): su tendencia a la concisión, a la pureza formal, y el sustrato meditativo. Nada está pues sometido a la mera irracionalidad en estos poemas que, sin embargo, arriesgan en su expresión; nada hay en ellos de entrega al pesimismo o al fácil lamento. En cada instante, hay ese decir en los límites que obliga a "pensar el sentimiento y a sentir el pensamiento", como quería nuestro Unamuno, y que hace que la palabra poética sea mensaje de mensajes, pero a la vez un "vidrio" puro que filtra, en su luz, la luz del conocimiento (poético).